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Evolución de la personalidad

La existencia de rasgos esenciales de personalidad debe tener una relación evolutiva con funciones esenciales del sistema nervioso. Esto implica que los aspectos más básicos de nuestra personalidad deben haber evolucionado en torno a las funciones básicas que permiten nuestra supervivencia. Estas funciones básicas deben ser comunes y universales, pues todos los seres humanos tenemos que conseguir cosas que nos ayudan a sobrevivir, y alejarnos de peligros. Por ello, debemos tener mecanismos neuronales que nos incentiven para evitar peligros que pongan en peligro nuestra supervivencia. Así, las personas experimentamos universalmente emociones como miedo o ansiedad, que nos alertan y nos hacen evitar situaciones peligrosas. Igualmente, para sobrevivir tenemos necesidad de obtener cosas esenciales del medio físico que nos rodea (alimento, cobijo, parejas, etc), por lo que nuestras neuronas producen una señal de recompensa y estados afectivos positivos cuando identifican señales potenciales de cosas buenas. Las dos conductas fundamentales de los seres vivos deben ser la evitación de aquello que puede poner en peligro la integridad física, codificado mediante una mayor tendencia a estados afectivos de ansiedad y miedo, así como explorar el mundo en busca de recompensas, codificado mediante arousal hedónico (deseo y placer) y diversos estados afectivos positivos.




Por variabilidad genética, hay personas con mayor sensibilidad en los sistemas neuronales que incentivan la exploración del medio para obtener recompensas, y otras personas presentan mayor sensibilidad en los sistemas de evitación de amenazas. Han evolucionado por tanto fenotipos de personas evitadoras de daños, más sensibles a las amenazas, y fenotipos de exploradores que buscan cualquier oportunidad para obtener recompensas. El éxito evolutivo de ambos sistemas es intuitivo: los fenotipos evitadores de peligros evolucionaron al no meterse en más problemas de los necesarios, y los fenotipos buscadores de recompensas sobrevivieron al encontrar y obtener un mayor número de recursos.

Además de los dos rasgos mencionados que hace que existan personas más evitativas, y personas con mayor orientación a las experiencias, existen otros rasgos básicos en el ser humano necesarios para nuestra supervivencia, que por tanto deben ser también universales. En algún momento de la evolución, a medida que la supervivencia depende del cuidado recibido y de la vida en grupo, debieron emerger procesos afectivos (apego, emociones sociales) y sociocognitivos que facilitaran la reciprocidad de los miembros del grupo. Por tanto, deben existir procesos socioafectivos y sociocognitivos que faciliten las conductas de cooperación y cuidado orientado a los otros, los cuales evolucionaron al aumentar la supervivencia del grupo y con ello de sus individuos integrantes. Por tanto deben existir rasgos universales que orienten la función psicológica a los aspectos relacionales y grupales.

Si los organismos pudieran disponer libremente de cuanto deseasen, el sistema nervioso no habría evolucionado porque no habría tenido que adaptarse a las demandas impuestas por el ambiente. En ese sentido, vivir es ante todo un hecho económico que implica ganancias, pérdidas, y elecciones. Nuestro cerebro filogenético ha evolucionado como un economista que selecciona las acciones a tomar según estima que impactan en nuestra supervivencia, orientando nuestras decisiones según los costes y ganancias de cada curso de acción posible. Probablemente el cerebro podría ser definido ante todo un selector motivacional, según cálculos del estado homeostático (necesidades importantes del momento), señales de oportunidad en el ambiente concreto, información afectiva, elaboración cognitiva de consecuencias, etc. Nuestro cerebro debe calcular si un beneficio potencial disponible en un momento es compatible con la necesidad homeostática de ese momento, si su obtención conlleva un coste, o un riesgo, etc. Por ello debió evolucionar un sistema de selección que ayude a priorizar la decisión, lo que implica las funciones ejecutivas (inhibición, comparador, posteriormente incluyendo aspectos simbólicos de consecuencias más a largo plazo teniendo una mayor función prospectiva, etc). Debe existir con ello un rasgo de pragmatismo, orientado a las consecuencias de las conductas, con capacidad de inhibir recompensas inmediatas conflictivas con fines más alejados en el tiempo, las cuales aumentaron su importancia a medida que el ser humano aprendía a manipular herramientas, orientando la conducta más allá del aquí y el ahora.

A medida que evoluciona la mente simbólica, la capacidad de representar imágenes mentales y razonar sobre ellas, el ser humano tuvo la función de producir conductas encubiertas en un entorno de realidad virtual que es nuestra mente. Su valor para la supervivencia es precisamente este, permite elaborar conductas en un entorno de pruebas virtual, antes de realizar conductas en el mundo físico y asumir las consecuencias directamente. El valor para la supervivencia es claro. Esto implica un rasgo relacionado con el manejo de esta función simbólica.

Así, han evolucionado unos rasgos básicos de personalidad que caracterizan los pilares de nuestra psicología, teniendo un buscador de recompensas, un anticipador de peligros, un cuidador orientado a los otros, un pragmático y un simbolizador. Los términos usados en psicología de rasgos, el Big-5, son extraversión, neuroticismo, amabilidad, responsabilidad y apertura.

  • Rasgo relacionado con la exploración y la recompensa (dimensión de extraversión-intraversión)

  • Rasgo relacionado con los sistemas de estrés (dimensión de neuroticismo-estabilidad emocional)

  • Rasgo relacionado con los mecanismos de empatía (dimensión de amabilidad-antagonismo)

  • Rasgo relacionado con la función ejecutiva (dimensión de responsabilidad-irresponsabilidad)

  • Rasgo relacionado con la creación simbólica de la mente (dimensión de apertura)


Las personas extravertidas se caracterizan por experimentar recompensa frecuentemente. Por ello son alegres, energéticas, entusiastas por hacer cosas, y con recompensa social. Puntuaciones bajas están en el extremo de intraversión, lo que supone personas reservadas, de baja orientación social, calmadas, con afinidad por la tranquilidad.

La persona con alta puntuación en neuroticismo se caracteriza por experimentar emociones negativas y ansiedad, anticipando catástrofes constantemente con tendencia a la rumiación. Dependiendo del tipo concreto, pueden ser personas preocuponas, vulnerables e inseguras, o bien pueden ser malhumoradas e irritables. Puntuaciones de bajo neuroticismo suponen estabilidad emocional, es decir, personas calmadas, tranquilas, confiadas y seguras.

La persona de alta responsabilidad se caracteriza por mantener una buena regulación de la conducta, es decir, son personas fiables, disciplinadas, ordenadas, puntuales, perseverantes, competentes, etc. Puntuaciones de baja responsabilidad implica personas impulsivas, despreocupadas, descuidadas, etc. Todos conocemos al primero, y algún ejemplar del último.

La persona que puntúa alto en apertura es curiosa, creativa, caracterizándose por un alto intelecto, interés por un amplio abanico de ideas, etc. En el extremo de baja apertura encontramos a personas convencionales, prácticas, cautas, conformistas, rutinarias, tradicionales y resistentes al cambio.

El rasgo de amabilidad es caracterizado por personas cooperadoras, sencillas, afectuosas y conciliadoras. Dados sus rasgos, son personas socialmente apreciadas. Puntuaciones bajas están en el extremo de antagonismo, lo que implica personas más individualistas y desapegadas, hasta el extremo de antagonismo en puntuaciones muy altas. Cualquier papel de Clint Eastwood sería un personaje con bajo rasgo de amabilidad.



Citar como: Bordallo. A. Evolución de la personalidad. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_evolucion-personalidad

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