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Jaques Lacan. Una Introducción de Sean Homer.

Jacques Marie Émile Lacan (1901-1981) no dejó obras escritas, impartiendo todo verbalmente en sus seminarios, publicados posteriormente desde notas de sus alumnos. Sean Homer, profesor titular de Literatura en la American University de Bulgaria, presenta en esta obra una introducción al pensamiento de Lacan, en buena medida es un "retorno a Freud".

Psicoanálisis

En general, podríamos decir que la consciencia para Freud está formada por representaciones (imágenes mentales) y afectos. El inconsciente freudiano en cambio es aquello que no tiene sintaxis ni gramática, estando formado por huellas de experiencias, particularmente grandes huellas a través de los traumas. Freud pensaba que lo inconsciente era sujeto a un estado de represión, pero se hacía consciente en ocasiones, mediante lo simbólico como arte, los sueños, y situaciones en las que en general el aparato cognitivo está menos activo. También pensaban que podía hacerse consciente mediante psicoanálisis. Lo inconsciente es de forma general lo excluído del lenguaje. Freud pensaba que la conducta humana seguía el principio de placer con su concepto de libido, aunque pronto quedaría claro que muchos de los cuadros que se presentaban en las consulta iban frontalmente en contra del principio de placer. Se observaban inercias dañinas hacia las que había una fijación (compulsiones). Freud pensó entonces que también existía una pulsión de muerte. El YO no es solo la consciencia como cognición de forma positiva, sino que emerge como tensión constante entre el SUPERYO y el inconsciente. Esto implica que gran parte de nuestra racionalidad es defensiva (racionalización), como cualquier psicólogo de cualquier escuela conoce bien. El inconsciente para Jung es colectivo, no individual. Observó que los temas son recurrentes en las personas, y pensó que era debido a que se comparte una preconfiguración histórica de las experiencias mentales internas o arquetipos, lo cual parece ignorado por Lacan, pese a que las ideas sobre la proyección y alienación simbólica está muy relacionada con el concepto de persona junguiana.

El inconsciente en Lacan

Para Lacan, el inconsciente no es simbólico, ni es un recipiente de impulsos afectivos como en Freud. El inconsciente no se manifiesta conscientemente en arte, sueños, o deslices, sino que esos deslices, esa interrupción de lo consciente, es precisamente lo inconsciente, manifestado en ese vacío o ruptura del flujo simbólico de significado consciente. No es algo expresable, es un vacío. El inconsciente no es algo del individuo que ejecuta sobre su ambiente, sino que, contrariamente, es algo que la estructura simbólica produce en el individuo al sustraerlo hacia un sistema de representaciones de la estructura simbólica, el proceso y el orden de sentido, las reglas de lenguaje recibidas transindividualmente mediante el marco cultural, el cual es determinado por el gran Otro. Este concepto lacaniano de gran Otro implica la alteridad absoluta, cuya totalidad no podemos asimilar, y que determina la estructura simbólica en la cual la persona se desarrolla.

El deseo es otro aspecto fundamental del psicoanálisis, y está a su vez estrechamente relacionado con el inconsciente y la alteridad del gran Otro. No deseamos por la vía positiva (lo que nos gusta), sino que deseamos por la vía negativa (lo que nos falta). Esta falta sería lo verdadero. El deseo y el objeto hacia el cual es proyectado el deseo es solo un vehículo simbólico de lo que falta, existiendo en realidad una ruptura inconsciente que nunca llega a satisfacerse. Por eso tras satisfacer algo, siempre se deseará otra cosa más. Por otro lado, lo que deseamos no es algo que surja a nivel de individuo, sino que deseamos lo que es deseable, y lo que es deseable es determinado por el gran Otro. Dicho de otra manera, los deseos y expectativas son formados por el marco simbólico, por lo el sistema de lenguaje que determina lo que significan las cosas, con ello se determina lo que es deseable. El lenguaje por tanto es lo que materializa el deseo, es el simbolismo lo que lo hace posible. La propia persona es la imagen que desea ser, lo que desea es lo que ve que es deseable en un sistema de significados, y lo que otros ven deseable, que deseamos ser. Esto produce un desgarro del YO sobre la persona, que debe ser otra cosa de identidad simbolizada hacia los otros.

La construcción del deseo se desarrolla desde el cuidado temprano del bebé. El niño es todo, centro de la atención y satisfacción por el otro (madre), encontrando en su cuidado el placer (calor, alimento, contacto físico, etc). Con el tiempo, el niño deja de ser el centro absoluto, y su placer no es completamente satisfecho. Comienza la falta de la persona. Es precisamente de la falta de donde el deseo emerge para tratar de llenar los vacíos. Además, el niño observa que la madre desea otras cosas diferentes a él, y empieza a preguntarse como ser deseable. La fantasía es una satisfación alucinatoria de la pulsión, la cual se origina en el autoerotismo, aportando una estructura al deseo. El placer no es la meta, sino que el placer se origina en la propia construcción que da salida al deseo. Alrededor del complejo de Edipo, el falo lacaniano es diferente al falo freudiano, siendo más simbólico que anatómico. La castración es lo faltante a nivel simbólico, el deseo de recuperar el todo que el niño ha sido en el pasado para la madre. Toda la cultura puede ser vista como la sublimación del deseo incestuoso, y la búsqueda del falo perdido.

Alienación en Lacan

La alienación en Lacan es compleja, no sucede meramente a nivel simbólico ni discursivo. Existen dos procesos de alienación. La primera alienación sucede en el desarrollo temprano durante la fase del espejo, en el que la persona se reconoce a sí misma y se "idealiza" creándose una imagen integrada de sí mismo. El estadio del espejo lacaniano es la formación del YO respecto a la imagen con la que la persona se identifica a sí misma. Henri Wallon ya antes que Piaget había estudiado la psicología evolutiva de niño, sugeriendo que la imagen en el espejo del niño era fundamental para su proceso de individuación y consciencia de sí mismo como ser separado de los demás, partiendo desde una incapacidad de reconocimiento inicial. En contra de una visión de la psicología de desarrollo ontogenético de un descubrimiento de "cuerpo en el espacio lleno de cosas", la visión psicoanalítica partía más bien de la imagen mental de sí mismo que construye la persona. Este proceso de narcisismo primario es en el que el niño vive fascinado de sí mismo. Por tanto el niño no internaliza su persona física como tal, sino una imagen mental de sí mismo, no solo en el espejo, también según como es percibido por su madre, etc. Esto produce un YO en sentido negativo, porque algo se pierde de lo interior de la persona para salir hacia una imagen de sí mismo, en una idea de sí. Hay un sujeto alienado como ser, un des-reconocimiento de sí mismo hacia la imagen proyectada. La segunda forma de alienación se da cuando la persona comienza a formar parte de la estructura simbólica a través del lenguaje. Este camino prosigue la formación del YO hacia la subjetividad.

Estructuralismo e inconsciente.

El inconsciente según Lacan está estructurado como un lenguaje, pero esto no significa que el inconsciente se pueda articular como un lenguaje. Para Lacan, el inconsciente es la estructura que permite dar significado. Suele llamarse estructuralistas a gente dispar como Piaget, Althusser o Foucault. Fue algo que influyó el pensamiento de Lacan, pero no es un estructuralista, porque para el estructuralismo el sujeto va a la deriva de la estructura. El psicoanálisis pone mayor agencia en el individuo. El estructuralismo tiene como premisa fundamental el hecho de que la actividad social implica un lenguaje dentro de un sistema de signos con ciertas reglas. Para Saussure, el sentido del lenguaje no está en los signos, sino en el conjunto de relaciones dentro de un sistema de lenguaje en el que, como en un diccionario, un signo conduce a otro signo que es explicado por otro signo, etc. Ninguno de esos signos conducen a objetos reales del mundo físico, sino que conducen a una dinámica de significado en un sentido dado, eliminando con ello signos alternativos de significación, estando el pensamiento por tanto atrapado en una cadena de signos de una estructura. Como Vygotsky, Saussure pensaba que el lenguaje precedía la consciencia, nacemos en realidad con el lenguaje, algo que luego desarrollaría Lévi-Strauss. Quizás podríamos decir que nuestro sistema de lenguaje es nuestro universo simbólico, de posibilidades de significado, y nuestro universo simbólico es en realidad nuestro universo como seres conscientes. A su vez el universo simbólico es el universo de los otros. El inconsciente es por tanto el mundo del gran Otro, el material significante, el orden simbólico. No hablamos lenguaje como agentes, el lenguaje expresa a través de nosotros el deseo de los otros


Realidad y YO

En sus primeros años, Lacan hablaba de la realidad como una actividad pre-simbólica anterior a la fase del espejo, lo "bruto" antes de simbolizarse, el origen de la necesidad en un sentido operativo. Posteriormente, Lacan apuntó a la estructura, al orden simbólico. Lo real "no existe", dado que es aquello que precisamente resiste completamente la simbolización. Se asocia con el concepto de trauma, diferente al concepto freudiano de represión de un episodio, y diferente al concepto psicoterápico usual de una memoria desintegrada. Lacan habla de trauma como falta que origina una búsqueda. "No importa las veces que intentemos poner en palabras nuestro dolor o sufrimiento, para simbolizarlos, siempre hay algo que queda fuera", nos dice Homer. Ese residuo es lo real, que permanece inaccesible a lo que es accesible y simbolizable. Real es lo que la persona no conoce, alienación es lo que conoce simbólicamente, mientras que la fantasía es la defensa contra el trauma de lo real. Aquí Lacan hila fino.

El real lacaniano es "como un abismo en el centro mismo de nuestro ser, un vacío que estamos constantemente intentando llenar". Esto nos conduce al objeto a lacaniano. Una cosa no es nada, lo es en función de la existencia de un deseo. El deseo no tiene objeto per se, se dirige hacia algo que falta. Es visible que en nuestra vida siempre falta algo: amor, reconocimiento, pasión, posesiones, etc, y siempre hay algo más que desear. El objeto a es el vacío, tanto como el objeto instrumental. Es lo simbólico lo que crea una cosa en oposición a la pérdida original que genera un deseo en el núcleo. La compulsión, la pulsión de muerte, es explicada por Lacan como la evitación de la ruptura de lo simbólico que conduzca al vacío de lo real.

Lacan también separaba YO y sujeto. El YO es mediador entre el sujeto y su cuerpo, una "función imaginaria". El sujeto no es el YO como persona, sino que es lo simbólico de la persona. Sartre distinguió entre sujeto y YO como objeto en el mundo (cerca al Dasein Heideggeriano) percibido por el sujeto, lo que influiría en la visión de Lacan. La constitución del sujeto sería un segundo proceso de alienación, en el que la persona entra en una dialéctica entre su YO y el sujeto simbólico a través de otros. No somos en sí, somos porque otros nos miran y tenemos un significado simbólico que imaginamos sobre nuestro ser, y que nos dirige como personas en el mundo del gran Otro.

Comentarios finales

Podríamos iniciar la reflexión sobre el sujeto consciente en Descartes. El psicoanálisis no se interesa por lo lógico, racional y consciente, sino por lo ilógico, irracional e inconsciente. Es decir, no "pienso luego existo", sino que no estoy seguro de que YO sea mi consciencia racional. Lo desconocido es pre-ontológico, no es la duda cartesiana, está más allá de la duda, es lo que no conocemos. Soy consciente porque se que hay más allá de lo que creo que se. Si el sujeto cartesiano intenta explicarse por su existencia consciente, el sujeto lacaniano se explica en lo real, que es lo no simbolizable, su no existencia. El ser es sustraído en lo simbólico, alienado en la estructura. Somos "un sujeto en falta que ha perdido su ser", nos dice Homer. Esto guarda cierta similitud con la persona junguiana.

Lacan trataba de responder como nos relacionamos con el universo simbólico que nos rodea, como se desarrolla nuestro deseo, la relación entre deseo y objeto deseado, etc. Que la mayor parte de los procesos neurológicos operan de forma no consciente es científicamente indiscutible, y solo duda de esto quien confunde el procesamiento de las áreas semánticas de la mente con el cerebro. La mayor parte de la información que procesan las neuronas de nuestro cerebro no es lo que se nos hace consciente en la mente mediante imágenes mentales sensoriales, semánticas, etc. Es evidente que no hacemos muchas cosas que sabemos que deberíamos hacer, e incluso que nos gustaría hacer. Gran parte de la terapia psicología es desaprender esta intuición "mentalista" sobre nosotros, como lo llamaba Skinner, para entender como se refuerzan los procesos operantes y asociativos sobre la conducta humana. Lo operativo del cerebro es otra cosa por detrás de las imágenes mentales, del mismo modo que el código fuente de una computadora no es lo que se refleja como símbolos en la pantalla de un ordenador. Los psicoanalistas sospecharon, correctamente, que la consciencia no podía explicar muchos aspectos de nuestra conducta diaria. No contaban con escáneres cerebrales para poder demostrarlo como Gazzaniga, Sperry, o Antonio Dàmasio, por tanto elaboraron hipótesis explorando posibilidades sobre el funcionamiento del inconsciente, partiendo de la psicología evolutiva en el niño (no confundir con evolucionista). Como dice el famoso neurólogo Antonio Dàmasio, a veces fascinante a veces irritante. A menudo opaco, tortuoso, especulativo, y excesivo, pero en ningún caso el psicoanálisis puede ponerse simplemente en el cajón de la "pseudociencia", como dicen los borricos del cientificismo.

Citar como: Bordallo. A. Jaques Lacan. Una Introducción de Sean Homer. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_jaques-lacan-una-introduccion-de-sean-homer

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