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Friedrich Nietzsche. La genealogía de la moral.

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900) fue un filósofo alemán, autor de La genealogía de la moral (1887), con el subtítulo "un escrito polémico". Nietzsche escribe con una brutalidad única entre filósofos, atacando con furia muchos de los fundamentos morales, hoy tabúes, más arraigados de la sociedad.

El bien y mal

¿Cuando una acción es "buena"? ¿Que es la bondad? ¿Y cuando una acción es "mala"?. Nietzsche va en busca del origen del concepto de lo bueno y de lo malo, encontrando una oposición entre valores nobles y valores de masa. Etimológicamente, analizando el significado de las palabras en diferentes idiomas, Nietzsche encuentra que el concepto de lo bueno deriva de lo que hace referencia a lo aristocrático y noble. Posteriormente fueron transformándose en "ánimo noble", que acaba transformándose finalmente en "bueno". "Malo" deriva de lo simple, originado a su vez en lo vulgar y plebeyo. Lo bueno por tanto no está ligado en su origen a acciones "no egoístas", sino que parte de los supremos juicios destacadores del rango. Fueron los hombres nobles, poderosos y de posición social superior quienes se valoraron a ellos mismos y sus acciones como buenos, en contraposición contra lo plebeyo, vulgar, bajo. Lo noble no proviene meramente de una posición de poder, sino que se destaca el carácter o espíritu. Por ejemplo el origen griego de nobleza es verdadero, real. También en latín o gaélico se rastrea al hombre aristocrático en contraposición al malo de las poblaciones originarias no arias. Con los sacerdotes, lo bueno y malo deriva hacia aquello que es puro o impuro, ligado a prácticas ascéticas. Puro es el que no consume ciertos alimentos, quien "no se acuesta con las sucias mujeres del pueblo bajo", etc. En Grecia se observa una dulcificación de lo bajo en el lenguaje, asociado a su visión del trabajo corporal, y se habla de desdicha, infeliz, digno de lástima.

Lo bueno no se ha establecido como un tibio cálculo utilitarista como proponían los empiristas británicos. Es el pathos de la distancia entre una especie superior y su voluntad dominadora respecto a un abajo. "¡Que les importaba a ellos la utilidad!". Este es, para Nietzsche, el origen de la antítesis de lo bueno y malo. El lenguaje es la exteriorización verbal de esta misma relación, es decir, quien tiene el poder de nombrar, de decir, "esto es esto, y aquello es lo otro". Cuando decae el poder y los valores aristocráticos, se impone "el instinto de rebaño", y la virtud se convierte entonces en la dicotomía "egoísta-no egoísta".

La moral del esclavo

"Los señores están liquidados, la moral del hombre vulgar ha vencido".

Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, y se dirige hacia los otros, reactivamente, dice Nietzsche. La moral positiva, que se reafirma a sí misma, busca afirmarse en la vida, mediante la acción, la belleza, la felicidad, contrasta con la moral reactiva de negación del otro que parte del resentimiento y la impotencia. La felicidad noble es activa, se expresa con lo que hace, con sus obras, mientras que la felicidad de los impotentes, "llagados por sentimientos venenosos y hostiles", aparece esencialmente como narcosis, aturdimiento, es decir, como algo pasivo. Mientras que el hombre noble vive con confianza y actúa con franqueza, el hombre resentido no es honesto ni actúa con franqueza, sino que "su alma mira de reojo, su espíritu ama los escondrijos". La bondad del resentido es realizada mediante simple antítesis de la maldad con la que acusa a su enemigo. Lo bueno es él mismo, por simple antagonismo, y todo hombre enemigo, quien tiene nobleza, es malo. La falsificación de la realidad que pueda existir en el ojo de quien mira de arriba a abajo, no es nada comparado con la falsificación de la realidad que el odio y rencor de la vulgaridad produce. El resentimiento mismo se vuelve creador de valores.

En las personas a las que la reacción les está vedada, y realizan la venganza con su imaginación. El hombre noble olvida, el hombre resentido no. "La historia humana sería una cosa demasiado estúpida sin el espíritu que los impotentes han introducido en ella". Cuando se enfrentaron la casta caballeresco-aristocrática con la sacerdotal, se puso de relieve el poder de los últimos, al enraizar su venganza en lo espiritual. Para Nietzsche, fueron los judíos quienes invirtieron los valores aristocráticos. Así, los indigentes pasaron a ser los únicos benditos de Dios, y contrariamente, los nobles pasaron a ser los malvados e insaciables, quienes quedaron malditos y condenados, elaborando con ello una venganza espiritual que no ha tenido igual en la tierra. Con los judíos comienza la moral de la rebelión de los esclavos. De aquí surge para Nietzsche la creación de ideales, que persigue las metas de la venganza mediante una transvaloración. La victoria es perseguido a través de un nuevo amor, Jesús de Nazaret, "evangelio viviente del amor". Con él se ejecuta para Nietzsche "una política verdaderamente grande de la venganza", con el "cebo" de su crucifixión ante el mundo en el mismo Israel, y la fuerza de atracción de la paradoja de un Dios en la cruz para la salvación del hombre. Para Nietzsche, es la victoria judía sobre la humanidad desde hace 2.000 años. Esta moral se extiende por toda la humanidad durante milenios. Nietzsche observa Europa con pesimismo. "El hombre manso, el incurablemente mediocre", dice Nietzsche, ha comenzado a "sentirse a sí mismo como la meta y la cumbre, como el sentido de la historia". Sobre esa historia, "hoy comienza Europa a apestar". La democracia moderna y en particular el socialismo son para Nietzsche un contragolpe. El hombre no merece la pena si no hay, al menos de vez en cuando, algo perfecto, algo victorioso, algo digno de contemplar e incluso temer, que justifique al hombre y que permita mantener la fe en el mismo. Sin eso la vida no es vida.

Toda "cultura", dice Nietzsche, consiste en sacar del animal hombre una criatura mansa, un animal doméstico. Las tácticas de resentimiento son las herramientas de la "cultura", que se utilizan para humillar y dominar a los nobles y sus ideales. Es el retroceso de la humanidad conducido por la venganza de los malogrados, empequeñecidos, marchitos y envenenados. La bondad surge por antagonismo, seamos buenos contra lo malo, que significa debilidad contra fortaleza. Bueno es el que exige poco de la vida. Esta inteligencia de ínfimo rango, se ha vestido gracias a la falsificación y automendacidad propias de la impotencia, como una virtud, como un logro, un mérito voluntario. Como si el débil tuviera la opción de ser fuerte. El débil pretende imputar al fuerte el hecho de ser fuerte, conquistando para sí el derecho a que el fuerte no sea fuerte, una vengativa astucia que surge de la impotencia. El impotente exige al que es que no sea. Bueno es el manso, el que nunca hará nada. Autoconvencerse de que la incapacidad es virtud es el resentimiento envenenado del bueno, que se ha creado la imagen de bueno literalmente desde su impotencia ante la acción de quien hace cosas, que es malo por contraposición.

"La debilidad debe ser mentirosamente transformada en mérito". Atiza Nietzsche la adulteración del lenguaje que produce la moral vulgar: la impotencia se transforma en "bondad", la bajeza es "humildad", la cobardía es "paciencia", la venganza es "justicia", su odio es "injusticia", el no poder se llama "no querer". A lo que ellos piden no lo llaman egoísmo. "Dan a entender que ellos no solo son mejores que los poderosos, que los señores de la tierra, cuyos esputos ellos tienen que lamer". Concluye Nietzsche "ese taller donde se fabrican ideales, me parece que apesta a mentiras". Las personas no "hacen" algo distinto de lo que son, ni pueden hacerlo, son lo que hacen, y hacen lo que son. "Que derroche de grandes palabras" dice Nietzsche, para no admitir que el odio es odio. Las gentes mal constituidas quieren representar al menos "la justicia, el amor, la sabiduría, la superioridad", como "falsificadores de moneda con que aquí se imita el cuño de la virtud". "Solo nosotros somos los buenos, los justos", dice Nietzsche, reproches vivientes "ansiosos de ser verdugos". "Entre ellos hay a montones los vengativos disfrazados de jueces, que constantemente llevan en su boca la palabra justicia como una baba venenosa". "Nauseabunda especie de los vanidosos, de los engendrados embusteros que aspiran a hacer el papel de almas bellas". "Onanistas morales" que "se satisfacen a sí mismos" con su "estropeada sensualidad" exhibida "envuelta en verso". Nietzsche había calado a los modernos exhibicionistas de lenguaje de la "justicia social" con el pelo de colorines antes de que nacieran.

"Los enfermizos son el gran peligro del hombre, no los malvados, no los animales de presa. Los de antemano lisiados, vencidos, destrozados - son ellos, son los más débiles, quienes más socavan la vida entre los hombres, quienes más peligrosamente envenenan y ponen en entredicho nuestra confianza en la vida, en el hombre, en nosotros". Aquí pululan, dice Nietzsche, los gusanos de la venganza. "La voluntad de los enfermos de representar una forma cualquiera de superioridad", dice Nietzsche, "que conduzcan a una tiranía sobre los sanos". Esa voluntad de poder no encuentra lugar sino precisamente entre los débiles. Debe estar presente el refinamiento para dominar y tiranizar de la mujer enferma, dice Nietzsche. Lejos de ser inofensiva, la feminización tiene en su base el resentimiento y su propia forma de violencia. "Hombres del resentimiento son todos ellos, esos seres fisiológicamente lisiados y carcomidos, todo un tembloroso imperio terreno de venganza subterránea". ¿Cuando alcanzarán el triunfo de la venganza? Indudablemente, cuando logren introducir su miseria en la conciencia de los demás, que los poderosos de cuerpo y alma comiencen a dudar de sí mismos, y de su derecho a la felicidad. "Fuera ese ignominioso reblandecimiento del sentimiento. Que los enfermos no pongan enfermo a los sanos". Ello "debería ser el supremo punto de vista en la tierra". Y por ello "lejos de la proximidad de todos los manicomios y hospitales de la cultura". Buena compañía, "o soledad si es necesario". La época moderna es "la gran nausea", el nihilismo, "la nada". Alguna vez tendrá que llegar el hombre redentor que nos libere de este ideal moderno, el hombre "del gran amor y del gran desprecio". El hombre del espíritu creador.

“Así están las cosas: el empequeñecimiento y la nivelación del hombre europeo encierran nuestro máximo peligro, ya que esta visión cansa. Hoy no vemos nada que aspire a ser más grande, barruntamos que descendemos cada vez más bajo, más bajo, hacia algo más débil, más manso, más prudente, más mediocre, más indiferente, más chino, más cristiano -el hombre, no hay duda, se vuelve cada vez "mejor"; justo en esto reside la fatalidad de Europa-; al perder el miedo al hombre hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, la voluntad de llegarnos a él. Actualmente la visión del hombre cansa; ¿qué es hoy el nihilismo si no es esto? Estamos cansados del hombre.”

Evolución de la justicia y la culpa

"El hombre activo, el hombre agresivo, el asaltador, está siempre cien pasos más cerca de la justicia que el hombre reactivo". La historia del derecho es precisamente la lucha contra los sentimientos reactivos. Los sentimientos de culpa emergen solo con el grupo y en relación a éste. Aparece el estado. Nietzsche lo define como conquistadores que mediante la fuerza se hacen con el control de una población superior en número, pero errabunda. Atiza Nietzsche "queda refutada aquella fantasía que le hacía comenzar con un contrato". Quien puede mandar, "¡que tiene él que ver con contratos!". El estado se funda en la voluntad de poder.

La justicia no se establece por la deuda concreta, sino por el hecho de que se falta al compromiso. No es la deuda lo que se hace pagar, sino el deudor que atenta contra el acreedor, y el pago es una simple copia del trato ante un enemigo, es decir, sufrimiento y hostilidad, no una mera compensación de una deuda, por llamarlo así. La deuda es la memoria de quien debe, la relación entre un deudor y un acreedor. A lo largo de la historia, quien no pagaba sus deudas debía pagar con sus posesiones, su cuerpo (trabajo, pérdida de libertad, incluso la vida), hasta el cuerpo de su mujer, o incluso la salvación de su alma. Parece que el elemento común es que más que una restitución material, lo que existe es la reafirmación de un derecho sobre el deudor, el derecho a castigar, o más propiamente, sentirse con poder sobre otra persona y tratarla, por derecho y con la acción de castigar, como a un inferior. Es decir, una institución de crueldad. Y el placer de ejercerla (la literatura cientifica en psicológica evidencia la existencia del placer en la desgracia ajena, schedenfreude).

La pena ha tenido no obstante diferentes finalidades, aún como mismo procedimiento. Así la pena puede utilizarse como neutralización de peligrosidad, como pago, como inspiración de temor, para mantener cierto orden social, como violentación y burla de individuos, como venganza, etc. "Resulta claro que la pena está sobrecargada de utilidades de toda índole". Posteriormente lo desarrollaría Foucault: como reafirmación, como memoria, como acto mismo de poder. Se dice que la pena busca el remordimiento, planteamiento contradictorio al ser "algo muy raro cabalmente entre delincuentes y malhechores". Las penitencerías no son precisamente el lugar donde se cultiva algún tipo de sentimiento parecido, más bien lo bloquea. "La pena endurece y vuelve frío". Los propios procesos judiciales, policiales, etc, interrumpen sentir la acción como reprobable, observa Nietzsche.

Tras establecerse la ley, los problemas entre las personas ya no suceden entre las personas, son problemas contra la autoridad, se toma como un atentado contra la potestad suprema misma. Dado que la vida es, naturalmente, y esencialmente, despojo y violación, el daño no pueden ser naturalmente ni en esencia injustas. Solo aquí, ante el estado y la ley, comienza lo que es justo o injusto, no antes.

La conciencia de tener una deuda podemos rastrearla hasta las sociedades tribales más primitivas. La costumbre surge de la conciencia de deuda con los antepasados, quienes con su sacrificio hicieron posible la vida presente. Por tanto surgen rituales, fiestas, sacrificios para honrarles. Es el temor al antepasado el que produce la costumbre, léase obediencia, léase cultura. Y mientras más grande se hace la sociedad, más confianza en ello, y más obediencia, por el propio éxito de la sociedad. Las sociedades florecen materialmente paralelas al crecimiento de la confianza en el poder de sus ritos y sus antepasados, transformados ya en grandes dioses. Contrariamente, la atrofia de la sociedad es lo que produce la desconfianza en el poder de los antepasados, en el destino propuesto, y con ello en los ritos, costumbre y obediencia. Llega la muerte de la estirpe. Posteriormente aristócratas y nobles explotan este mismo mecanismo que une la grandeza de la sociedad con la obediencia, y llega hasta el ciudadano del estado racional moderno, el más obediente de todos. Los mitos no decrecen, crecen como profecías autocumplidas con el aumento de las sociedades. Las racionalizaciones mediante lenguaje simplemente cambian de forma. El proceso, la dinámica, no cambia en absoluto.

A las situaciones de derecho no les es lícito ser nunca más que situaciones de excepción, restricciones parciales de la auténtica voluntad de vida. Si no, la vida, como la democrática, se vuelve negativa, caracterizada por la apatía del no hacer frente al hacer. Hasta la fagocitación de la misma: "un orden de derecho pensado como algo soberano y general", dice Nietzsche, "sería un principio hostil a la vida, un orden destructor y disgregador". Se enmascararía en lo espiritual, en lo moral, incluso en lo científico. Al definir la propia vida pasivamente, como mera adaptación, con este nihilismo biológico, se escamotea la actividad, la fuerza creadora del principio de vida, dice Nietzsche. La progresiva expansión de este orden se haría en paralelo a la moralidad de la vulgaridad y la voluntad del no-hacer. La pérdida de felicidad del ser humano es la mera consecuencia. Lo mismo sucede con el dolor. En el cristianismo, el sufrimiento era un camino a la misma salvación. La diferencia es que el sufrimiento ha dejado de tener sentido.

"El hombre se avergonzaba de la mansedumbre como hoy se avergüenza de la dureza"

Psicoanálisis nietzscheano del hombre

Nietzsche ha sido quizás el primer psicoanalista de la historia, hecho poco discutido. Encontramos un análisis de las formas de la consciencia contra las resistencias que ha ido encontrando el hombre a través de la evolución social. De hecho, la habilidad de razonamiento psicológico de Nietzsche es más que notable, y pocos psicólogos hoy serían capaces de realizar un análisis similar.

La evolución psicológica del hombre se desarrolla en paralelo con la evolución en el grupo. La mala conciencia sucede inevitablemente en el momento en el que el hombre se vuelve sobre sí al vivir en la represión de la sociedad. "Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro". La mente de la persona se ve por tanto "encerrada entre dos pieles", la del instinto primitivo y la de la represión de la vida de grupo. El individuo debe comenzar a calcular las consecuencias de sus actos, y ese mismo animal hombre queda inhibido. "La organización estatal se protegía contra los viejos instintos de la libertad". La consecuencia es que la deuda, la enemistad, la crueldad, la violencia, se vuelven contra el hombre mismo. Sin embargo, los antiguos instintos primitivos siguen reclamando su lugar. En la rutina de la costumbre y la represión de la sociedad, el animal hombre golpea los barrotes. Nace el sufrimiento interior del hombre por sí mismo. La mala conciencia es una cámara interior de suplicios. Por ello, dice Nietzsche, aparecen "espectadores divinos", para presenciar esta nueva relación del hombre consigo mismo. Los valores no son valores sin nadie que mire. El sufrimiento se producía para ojos ajenos, los dioses, pues tanto el sufrimiento como la virtud son impensables sin unos ojos que miren. Es la ruptura con el pasado animal y la adopción de nuevas condiciones de existencia de las que el hombre aún no se ha recuperado.

La culpa y la conciencia emergen con la relación en el grupo, más concretamente con la relación entre compradores y vendedores, la más antigua relación personal que existe. Fue aquí donde se enfrentaron por primera vez hombres como tales, con el intercambio, que implica la capacidad cognitiva de valorar las cosas, y el resto de accesorios psicológicos como la obligación, la deuda, la planificación y la memoria, etc. Aquí comienza igualmente la justicia. Consistentemente, es en este mismo derecho de las obligaciones es donde nace la culpa y la conciencia. La mala conciencia no nace en los conquistadores, nace del instinto de la persona bajo el yugo de su dominio que no le queda más remedio que desahogarse contra sí mismo, haciéndose sufrir a sí mismo en una especie de masoquismo.

En la represión, en la relación del hombre con sus antepasados, es decir, contra sus instintos, es donde surge la conciencia, y con el grupo la obligación jurídica. Con el cristianismo, el acreedor pasa a ser ante todo uno mismo respecto a sus acciones. Lo no-egoísta nace de un placer anterior: la crueldad. Y es contra ese mismo dominio que nacen también ideales positivos, como la belleza, la cual nace contra lo cruel, lo bruto y lo feo. Psicológicamente, el resentimiento es lo contrario del olvido. El equilibrio psicológico necesita del olvido, y es el olvido una capacidad fundamental de la psique. Solo lo que no cesa de doler permanece en la memoria, algo que se ha sabido durante mucho tiempo y que ha sido el eje de las prácticas más crueles administradas en todo tiempo y lugar.

El instinto animal pasa a ser culpa, y la culpa se transforma en un ideal ascético. El ascetismo emerge para resolver lo que le faltaba al animal hombre: el sentido, el significado. Enfrentarse a un vacío inmenso, y a la inmensidad misma. No tiene un problema de sufrimiento, sino de falta de significado. Más aún, sufre, y está dispuesto a sufrir, en busca de dicho significado. El ideal ascético proporcionó un sentido, un significado a la existencia. Por ello fue tan importante. "La puerta se cerraba ante todo nihilismo suicida". Una voluntad de rechazo a lo sensual, a la belleza, pero una voluntad al menos. "No hay ningún ser detrás del hacer, del actuar, del devenir, el agente ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo". El ascetismo es para Nietzsche hostil a la vida, negadora de los sentidos, desensualizada. El hastío de sí mismo que rellena con el único placer de negarse las cosas. En la vida ascética domina un resentimiento sin igual. Es tal el insaciable instinto y voluntad de poder que busca la felicidad en la negación de sí, hasta rebajar la corporalidad a ilusión. "Todo el que alguna vez ha construído un nuevo cielo, encontró antes el poder para ello en su propio infierno".

A medida que progresa la Edad Moderna, la conducta humana, al igual que el mundo, comenzaba a ser pensada en términos mecanicistas. Los empiristas británicos veían la conducta humana como algo reflejo a lo sensorial, o bien inercial (la tabula rasa de Locke, al hábito de Hume, etc), Una psicología tendente al hábito y la utilidad empequeñecía al hombre, quitaba la voluntad. Se pregunta con ironía Nietzsche. ¿Desconfianza propia de idealistas desengañados?. Sin embargo, con la desconfianza respecto al enigma de la vida cuando descubrimos que el hombre no era el centro del universo, con la mirada cansada, y el aumento de la vergüenza del hombre sobre el hombre, todo se ha nublado. "La vida en la tierra era más jovial que ahora que existen pesimistas". Los dioses griegos, poéticos, eran dioses en los que el hombre animal se sentía divinizado, inspirado, alejaban la mala conciencia. El cristiano para Nietzsche suponía volver al hombre contra sí mismo. Sin embargo, "la incontenible decadencia de la fe en Dios" dice Nietzsche, produce una paralela "decadencia de la conciencia humana de culpa". Sobre la crueldad del hombre primitivo, "digámoslo para el consuelo de los delicados", dice Nietzsche, tal vez entonces "el dolor no causase tanto daño como ahora". Todo dolor animal arrancado con el cuchillo palidece con una mujer histérica culta moderna, dice Nietzsche. "La crueldad constituye en alto grado la gran alegría festiva de la humanidad más antigua". Sin embargo, las épocas de mayor maldad del género humano aparecen con la "moralización y el reblandecimiento enfermizos, gracias a los cuales el animal hombre acaba por aprender a avergonzarse de todos sus instintos", hasta el punto de que se le han "vuelto repugnantes la alegría y la inocencia del animal" y que "la vida misma se le haya vuelto insípida". Los ascetas con su "neurastenia intestinal" han inventado un remedio contra esa condición enfermiza suya peor que la misma enfermedad, nos dice Nietzsche.

Se pregunta Nietzsche ¿por qué existen médicos y enfermeros? "Alguien tiene que ser culpable de que yo me encuentre mal - esta especie de raciocinio es propia de todos los enfermizos". Solo se entiende la importancia histórica del asceta y su labor entendiendo su misión histórica "el dominio sobre quienes sufren es su reino, a ese dominio le conduce su instinto". Para ello "él mismo tiene que estar enfermo, emparentado de raíz con los enfermos y tarados para entenderlos". Pero a diferencia de éstos, debe conservar su voluntad de poder para dominarlos, defendiéndolos "contra los sanos, no hay duda, y también contra la envidia respecto a los sanos". El enfermo debe despreciar toda salud y potencialidad. "El sacerdote aparecerá, en medio de las demás especies de animales rapaces, osunamente serio, respetable, inteligente, frío, superior por sus engaños". Debe mostrarse "demasiado seguro de su arte, a hacerse en todo momento dueño de los que sufren. Trae consigo ungüentos y bálsamos, no hay duda, más para ser médico tiene necesidad de herir antes; mientras calma el dolor producido por la herida, envenena al mismo tiempo ésta".

"Pero este sacerdote ascético es propiamente un médico? Ya hemos comprendido hasta que punto apenas esté permitido denominarle así, por mucho que a él mismo le guste sentirse a sí mismo como salvador y se deje venerar como tal". Atiza Nietzsche "este encantador y domador de animales rapaces, a cuyo alrededor todo lo sano se vuelve necesariamente enfermo, y todo lo enfermo se vuelve necesariamente manso. De hecho defiende bastante bien a su rebaño enfermo". Su "suprema utilidad" el control social manipulando la dirección del resentimiento y promoviendo el desahogo de los afectos "narcoticum contra tormentos de toda índole", tanto más "cuanto más se les oculta la verdadera causa de su sentirse-mal". Pero "el sacerdote ascético le dice, está bien oveja mía". Esto lo desarrollaron posteriormente Foucault, y magistralmente Ivan Illich.

"Hoy se acerca algo como un aire de manicomio, como un aire de hospital, hablo como es obvio de las áreas de cultura del hombre, de toda especie "Europa" que poco a poco se extiende por la tierra".

La ciencia

"Nuestra fe en la ciencia reposa sobre una fe metafísica". Nietzsche se muestra desconfiado con los creyentes modernos, tales como científicos, ateos, escépticos, etc. "Los últimos idealistas del conocimiento", lo que no pueden ver es que son "su más espiritualizado engendro", cegados en su propia teleología, su propia utopía. No hay ciencia alguna sin que exista en primer lugar un ideal al servicio del cual se pone a su servicio. La ciencia requiere un objetivo, sus propios fines, y autoimpone su propia ética para conseguirlo. "No existe, juzgando con rigor, una ciencia libre de supuestos", dice Nietzsche "siempre tiene que haber allí una filosofía, una fe", para que exista una dirección, "un sentido, un límite, un método". La ciencia necesita implica su propia metafísica, parte de la negación de los sentidos, afirma un mundo distinto al de la historia, al del mundo natural dado, y trata de desvelar una realidad que se nos oculta. Por tanto, cuando buscamos el opuesto a la metafísica "¡No, no se me venga con la ciencia!". Todo el que ha discutido con un científico, "a veces con una palabra inofensiva herimos a los doctos hasta el tuétano -todo el que trata con ellos lo ha experimentado-", ha visto en su mayor parte personas idealistas al servicio de un fin que se le escapa.

"Nos sajamos el alma en carne viva: ¡que nos importa ya a nosotros la salud del alma!". Esa ciencia moderna, que por ser una filosofía de la realidad solo cree en sí misma, "en los hocicos de tales trompeteros el vocablo ciencia es sencillamente una impudicia, un abuso, una desvergüenza". La ciencia es hoy "el desasosiego propio de la ausencia de un ideal, el sufrimiento por la falta del gran amor, la insuficiencia de una sobriedad involuntaria". Es "cegarse a si mismo los ojos para no ver algo. La ciencia como medio de aturdirse a sí mismo". Nada ha sido comprado a un precio tan caro como la razón humana, dice Nietzsche. Este orgullo en el que vivimos hace que nos resulte imposible experimentar los sentimientos que han fijado el carácter de la humanidad. "Como un animal que está encerrado en una jaula, sin saber con claridad por qué y para qué, anhelante de encontrar razones, pues las razones alivian, y anhelante también de encontrar remedios y narcóticos..."

A partir de Galileo la vida pasa a ser un problema de conocimiento y el hombre queda sumido en la duda. Ya no sabe quién es. Surge entonces una consciencia de libre voluntad. Un mundo determinista hubiera sido adivinable para los dioses, y para los filósofos. La voluntad de poder es el origen de todo acontecer, como despliegue. El progreso, dice Nietzsche, "parece siempre en forma de una voluntad y de un camino hacia un poder más grande, y se impone siempre a costa de innumerables poderes más pequeños. La grandeza de un "progreso" se mide, pues, por la masa de todo lo que hubo que sacrificarle; la humanidad en cuanto masa, sacrificada al florecimiento de una única y más fuerte especie". Sin embargo la época moderna se caracteriza por preferir ver las cosas como casualidad o "el absurdo mecanicista de todo acontecer", Con todo, la verdad siempre ha existido. Pero hoy nos enfrentamos a un nuevo problema: ¿qué es la verdad?.

"Hybrys es hoy toda nuestra actitud con respecto a la naturaleza, nuestra violentación de la misma con la ayuda de las máquinas y de la tan irreflexiva inventiva de los técnicos e ingenieros".

Comentarios finales

Encontramos en Nietzsche lo que podríamos llamar un psicoanálisis de la evolución social del hombre. Particularmente, la voluntad de poder es el gran motor de la acción humana. El resentimiento es la consecuencia de una pobre voluntad de poder para conseguir las cosas que el animal desea. Este conflicto se transforma en distintos discursos, formas de organización social, percepciones sociales y correlatos psicológicos. En mi conocimiento es el primer autor que ofrece un desarrollo psicológico de la consciencia humana de semejante profundidad. Es más, estoy seguro de que Freud, y el psicoanálisis, se inspiraron en Nietzsche como una de sus fuentes próximas. Contra la psicología refleja de los sentidos o los hábitos que ofrecían previamente los empiristas británicos, así como la ciencia, la biología animal y el utilitarismo ético emergente, que amenazan con dejar al ser humano fuera de la propia humanidad, Nietzsche reclama la voluntad como principio organizador. La falta de significado, el nihilismo, comenzaba a amenazar al hombre. Gran parte de lo que hoy llamamos "trastornos", particularmente la disconformidad psíquica con la vida que se expresa con sintomatología en lo neurótico y lo melancólico, tiene su raíz en las resistencias que niegan una búsqueda infructuosa de significado.

Vemos una cercanía a la dialéctica entre amo y esclavo de Hegel, que Marx tomaría de forma material como relaciones de producción, y que Nietzsche explora en la forma de desarrollo psicológico y moral. Parece que la vida ha transcurrido en el conflicto entre actos de poder, y el dominio de la masa mediante la explotación de su resentimiento. En mi visión, tanto de forma positiva como negativa, ambos implican en realidad un ejercicio de dominio sobre la masa por una minoría. Y esta parece ser la realidad del poder. Los valores de lo bueno y lo malvado llevan aparejados el espíritu del gobierno de los menos, o el espíritu del gobierno de los más, en una lucha de miles de años. Un conflicto de poder, que se repite con transfiguraciones, pero siempre entre personas con voluntad de poder y una masa de personas de pobre voluntad, pero que reclaman su venganza, y ante las que siempre alguien está dispuesto a utilizar su resentimiento. Tras la Revolución francesa triunfaron los instintos populares y se impusieron hasta hoy. No debe confundirse un espíritu de gobierno basado en una moral de masas con un gobierno de masas, y esto no queda suficientemente aclarado en Nietzsche. Las masas no gobiernan, son gobernadas siempre por una minoría, sea en nombre de la aristocracia, sea en nombre de la masa. El narcótico de la consciencia en la Edad Contemporánea es que la minoría le ha dicho a la mayoría que son ellos los que gobiernan, y la masa se ha creído semejante imbecilidad.

Se asocia a Nietzsche el perspectivismo, por ejemplo encontramos, "cuanto mayor sea el número de ojos para ver una misma cosa, mayor objetividad". No falta razón a Nietzsche, pensemos que una perspectiva puramente etic de la ciencia del hombre a la que se pudiera aspirar como ideal, se forma a partir de un conjunto de distintas observaciones. También se ha calificado a Nietzsche como padre del postmodernismo, por su perspectivismo, y por plantear que el ser humano tiene como principal deber cuestionar cual es la verdad de las cosas. En absoluto propone la especulación arbitraria, o la simple negación insustanciada de las cosas. Sin duda, la obra de Nietzsche puede dar lugar a muchas interpretaciones extremas. En ella ataca frontalmente la moral de los judíos, sin embargo, también es cierto que Nietzsche se desmarcó del pan-germanismo, de su amigo Wagner, y de movimientos antisemitas que quisieron ganar a Nietzsche para su causa. Es entendible no obstante que la brutalidad de ciertos fragmentos de Nietzsche fueran del gusto de la causa nazi. Pero también como hemos mencionado se le acusa de inspirar al postmodernismo, e incluso a esa nueva "izquierda" del pelo de colorines. Nietzsche no podría verlos de otra manera que el mayor símbolo de la decadencia occidental. En palabras de Nietzsche "¿para que seguir acariciando los reblandecidos oídos de nuestros modernos afeminados?"

El poder se encuentra sometido a un proceso dialéctico en Nietzsche. Toda sociedad se gobierna o bien mediante la voluntad de poder, o creando un discurso que movilice el resentimiento de la masa. Marx necesitaba a la masa. Nietzsche no. Por ello se atrevió a decirlo. Toda la política moderna se resume en venderse como el partido del ¡pobrecito!. Decir ¡pobrecito!, genera un estado psicológico irresistible para millones de personas, que se convertirán en fieles seguidores de aquel que les diga la palabra mágica. Quien quiera gobernar, sabe lo que tiene que decir. Nietzsche no cree que una sociedad que se caracterice por algún tipo de virtud vaya a llegar de la masa que mira entre las cortinas, hoy redes sociales. Tampoco de elevar la queja y el resentimiento a principios morales. Nietzsche no considera virtud alguna la envidia del mediocre, la suficiencia del inculto, o las exigencias del holgazán que no aporta nada a la sociedad. A nivel de individuo, la psicología se define ampliamente por la impotencia de un sistema nervioso enloquecido por la inundación de expectativas que otros no-yo exhiben, y que no puede satisfacer. Esto está en máximos hoy. Retorcido con la psique, hasta transformar el resentimiento de un ego impotente en una causa moral de justicia para la humanidad. Millones de personas con "trastornos" que se manifiestan con toda clase de síntomas y toda clase de nombres nacen aquí. "La serotonina" les dicen sus curanderos. Abra la boca. Repita "la ciencia". Siguiente.

"Un psicólogo, en efecto, tiene hoy su buen gusto (otros preferirían decir, su honestidad), si en alguna parte, en el hecho de oponerse al vocabulario vergonzosamente moralizado de que está viscosamente impregnado". No sabe Nietzsche la verdad que está diciendo sobre las profesiones de la consciencia y sus más honrosas instituciones. Hay evidencia científica que muestra que las afirmaciones de los libros de texto son incompatibles con lo que encuentran los propios estudios científicos de tales disciplinas. Dice un visionario Nietzsche, "que abriesen los ojos contra sí mismos, que supiesen distinguir entre verdadero y falso en ellos mismos". Sus crisis de replicación de la psicología, casualmente en esa psicología social y en los falsos eslóganes untados de dinero que diseminan las profesiones. "Su edulcoramiento y de su falsedad morales". Su instrumentación como maquinarias de propaganda.

La brutalidad de Nietzsche se respira en cada página. Hubiera sido francamente interesante haber leído a Nietzsche tras el fenómeno del nazismo, y también su análisis de la transformación del ser humano en un instrumento de la tecnocracia. Anticipaba Nietzsche lo que pondrían en práctica el leninismo, el nazismo y la moderna ingeniería social occidental: "el sentido anterior y la finalidad anterior tienen que quedar oscurecidos o incluso totalmente borrados". Todo proyecto de dominio total necesita el borrado de toda huella de consciencia anterior, una tabula rasa, una destrucción de todo elemento que produzca vínculo social o significado. Es lo que intentó el proyecto marxista-leninista-estalinista, pero también es el proyecto occidental de disolución de los estados-nación, atacando la historia, los vínculos de familia, la natalidad, la pareja, para destruir toda cultura en nombre de la "multiculturalidad", y someter la democracia de los países a una dictadura tecnocrática global. Nietzsche no hubiera tenido tinta suficiente para escribir sobre tanto tonto útil.

Ejercer el poder requiere un imperativo por encima de todo: estabilizar el sistema de poder. La estabilidad requiere impedir la toma de consciencia de elementos distintos a los del sistema mismo (control de los medios, educación, etc), crear una población desvinculada (destruir símbolos de vínculo social y cultural), crear personas domesticadas (moral fragilizante, promover la zafiedad cultural), y crear una dependencia centralizada del poder (monopolios de la producción, debilitar el derecho sustituyéndolo por leyes centrales). A todo ello se dedica toda la ingeniería institucional. Añadiría otro aspecto: mantener a la gente entretenida y tranquila (ocio y darle unas migajas para que llene el estómago). Y otro más avanzado: tácticas de guerra fría como financiación de falsos grupos "sociales", creación de medios de comunicación "críticos" controlados, promoción de discursos "rebeldes" inofensivos para el poder, etc. De los artistas, dice un visionario Nietzsche "perspicaces aduladores". Estómagos agradecidos que hacen la misma función de propaganda que la prensa. Dado que el poder necesita necesariamente controlar la consciencia de la masa, se ha creado toda una maquinaria de adulteración del lenguaje. Todos los políticos y todos los medios repiten, exactamente al mismo tiempo, las mismas palabras y las mismas moralinas. Hoy negacionista. El resto se censura de forma sofisticada. Occidente es hoy el proyecto que la Stasi no tuvo tecnología para poder concluir exitosamente. Y con una población bastante menos consciente de lo que pasa, que la de aquel Berlín.

Entender todo esto creó a los Foucault, e hizo que todos aquellos filósofos marxistas de pronto entendieran el peligro del estado y sus instituciones. Es evidente por qué lo primero que se ha eliminado del sistema educativo es la filosofía, y particularmente los filósofos de la segunda mitad del SXX. No quedaba prácticamente un filósofo, marxista, anti-marxista o todo lo contrario, que no advirtiera del peligro del estado y del proyecto que la masa llama "la ciencia".

"Quienes nos ponen enfermos nos parecen hoy más necesarios incluso que cualesquiera curanderos y salvadores". Friedrich Nietzsche.
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