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Guy Debord, la sociedad del espectáculo

La Société du Spectacle de Guy Debord es un doloroso retrato del proceso de banalización de la sociedad actual. Publicada en 1967, la obra formó parte del Mayo del 68 francés. Para Debord vivimos en una sociedad espectáculo. La vida no la hacen las personas, sino que la vida se construye desde una selección de imágenes que dirigen la conducta de las personas. Contemplar el espectáculo es la vida, y la imagen es la mercancía de las interacciones sociales. Las personas se deshumanizan en su participación en el espectáculo, el cual aleja a las personas de la consciencia de lo que son, cambiando la interacción humana por un enredo entre figurantes que proyectan imágenes propias y ajenas. El espectáculo es por tanto la negación de la propia vida. En la sociedad del espectáculo se desarrolla "una lucha de cualidades fantasmales destinadas a presentar como fascinante la trivialidad". Las personas renuncian a ellas mismas fantaseando con ser la estrella del espectáculo. Expone Debord el más perfecto cinismo y vacío de la sociedad digital que vivimos "los personajes admirados en quienes se personifica el sistema son bien conocidos por no ser lo que son. Se han convertido en grandes hombres a fuerza de descender por debajo del umbral de la más mínima vida intelectual, y ellos lo saben".

La sociedad del espectáculo no es un producto o un efecto de nuestro modelo productivo, sino que es el proyecto mismo de la política. El espectáculo es el producto. La vida no solo se reduce a lo económico, sino que lo propiamente económico se reduce a unas relaciones mecanizadas de producción de mercancías que dominan a la propia economía. Aún más, la mercancía no es un producto que satisface una necesidad, sino que la mercancía son las imágenes idealizadas para el espectáculo. Las mercancías progresivamente tienen como valor ante todo su exhibición para el espectáculo. Finalmente se llega a la paradoja de que a mayor producción, mayor privación, dado que el consumo de esto es la privación de lo siguiente. La mercancía trasciende el producto, la utilidad de uso es solo su representación como imagen para el espectáculo, existiendo una disminución del valor de uso real. El producto pasa a ser un simple fetiche de usar y tirar, y solo es un fragmento de la felicidad mercantil del paraíso prometido del consumo total. El espectáculo es la frustración del deseo, que produce un comportamiento hipnótico motivado por meras imágenes del espectáculo, "el mal sueño de la sociedad moderna encadenada".

Debord va más allá, y nos dice que en realidad "el espectáculo es el reverso del dinero". Progresivamente la mercancía se ha convertido en dinero solo para mirar. Es visible que el fetichismo del éxito inunda las redes sociales. "Cuanto más contemplan menos viven", nos dice el autor. El espectáculo es lo contrario del diálogo. "Sus propios gestos dejan de ser suyos, para convertirse en los gestos de otro". Consumir es garantía de insatisfacción, y la insatisfacción es garantía de consumo. La insatisfacción es finalmente la verdadera mercancía, la cual garantiza que las personas queden atadas al sistema. La mercancía no es la persona consumidora, sino sobre todo la persona como espectador de lo que desea consumir, desea tener, desea ser y desea aparentar ser. Las personas pasan del ser al tener, y progresivamente del tener al aparentar ser y al aparentar tener.

Las personas dedican su tiempo de vida a la producción de mercancías para el espectáculo, y su tiempo de ocio consumiendo las mercancías producidas para el espectáculo. Por tanto el espectáculo ocupa toda la vida de la persona. La alienación de esta manera de vivir no se recupera consumiendo los productos del trabajo alienante nos dice Debord, por lo que el aumento del tiempo de ocio no producirá la emancipación de la persona ni de la sociedad. No son las personas las que hacen el mundo, sino que son las mercancías las que construyen el mundo, y el destino de las sociedades es el mero resultado de la lucha perpetua de mercancías para dominar el espectáculo a nivel mundial. El colonialismo moderno no se realiza mediante lo militar o económico, sino que se realiza mediante espectáculo, creando una clase mundial de personas que aspiran al consumo espectacular, sometiendo cualquier comunidad o cultura hacia una geografía única y un mundo único: la mercancía de la imagen. La democracia occidental es vista por el autor ante todo como una ideología capitalista amortiguada con derechos destinados al sometimiento pacífico de la población al consumo de lo que se produce. Las personas son así convertidas en espectadores de la vida.

Los productos de los procesos productivos son armas de aislamiento para las "muchedumbres solitarias", nos describe el autor. "El sistema económico" nos dice Debord, "es una producción circular de aislamiento". Se hace progresivamente evidente la paradoja de nuestros días: muchedumbres aparentemente conectadas, a la vez que personas aisladas. El espectáculo de la ingeniería directa de la vida de las personas mediante algoritmos invisibles a la consciencia de las personas.

En resumen:

Mientras más se espectaculariza la persona, más se aleja de sí misma. La consciencia de las personas sobre sí mismos y sobre el mundo en el cual viven se reduce al espectáculo. Lo importante en las sociedades modernas no es ni siquiera el producto, sino que la mercancía es el espectáculo que se produce alrededor del producto. La economía deja así de satisfacer necesidades, para crear la insatisfacción constante del ideal espectacular. Del mismo modo, las relaciones humanas no suceden entre las propias personas, sino entre las imágenes de las representaciones de las personas hacia los demás. El espectáculo y los espectadores son el producto final de la producción política, social y económica del sistema, cuyo propósito principal es la creación del fetichismo espectacular.

"La autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético". Walter Benjamin.

Citar como: Bordallo. A. Revisión de Guy Debord, La sociedad del espectáculo. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_guy-debord-la-sociedad-del-espectaculo

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