Cargando...

Camino de servidumbre. Friedrich Hayek.

Friedrich August von Hayek fue Premio Nobel de Economía en 1974, y uno de los más reconocidos exponentes del liberalismo desde la perspectiva de la Escuela Austriaca. Camino de servidumbre es probablemente la obra que mejor resume el pensamiento de Hayek respecto al conflicto entre liberalismo y socialismo en el marco del S XX. Podríamos resumir este conflicto desde una simple pregunta ¿se obtiene una mayor riqueza y prosperidad a través de la competencia libre de iniciativas privadas, o contrariamente desde una planificación centralizada de la producción?. Hayek encuentra que el socialismo de izquierdas y el socialismo de derechas comparten el deseo dirigista, y con ello el peligro de un control social absoluto en nombre del "bien común". Cualquier modalidad colectivista se fundamenta en la negación de la esfera autónoma del individuo, con el peligro de la deriva totalitaria sea de izquierdas o derechas.

El fascismo y el nazismo no son para Hayek una reacción contra el socialismo, sino producto de aquel. Todas estas visiones autoritarias se gestan en Alemania alrededor del espíritu germánico. Surgen aquí los Bismark, Marx, Engels o Hitler. Nos nombra Hayek la influencia común hegeliana, de la que tanto se ha discutido como precursor de unos y otros, aunque no nos desarrolla este aspecto, más directo en el caso de Marx, pero más discutido en el caso de Hitler. Lamenta Hayek que no quisieran verse las semejanzas entre Rusia y Alemania a medida que progresaban los acontecimientos.

Libertad

Hayek sitúa la libertad en el Renacimiento "donde los hombres pudieron al menos intentar la forja de su propia vida". Progresivamente el concepto de libertad deja de ser un concepto contrapuesto a coerción, y comienza a utilizarse hacia la promesa material. A cambio de esa libertad. La seguridad absoluta supone para Hayek dinamitar la libertad, convertida hoy en "objeto de burla", algo visible en cualquier conversación cotidiana. No obstante, liberalismo no es ausencia de toda intervención. Limitar por ley las horas de trabajo, o exigir ciertas condiciones sanitarias son regulaciones deseables para Hayek. A nivel material, admite que es cierto que no hay razón para la existencia en nuestras sociedades de una privación material grave: "alimento, albergue y vestido para preservar la salud y la capacidad de trabajo puede asegurarse a todos". Sin embargo, denuncia Hayek, el Parlamento comenzó a inmiscuirse en cuestiones que antes se habrían considerado completamente fuera de su alcance, alejándose progresivamente de las ideas esenciales sobre las que se fundó la civilización europea. Los parlamentos empiezan a ser vistos como "ineficaces tertulias", casi la coronación de La société du spectacle de Debord.

Los monopolios para Hayek no nacen en las sociedades con sistemas económicos más avanzados, sino en las sociedades donde el Estado las ha protegido, fundamentalmente Alemania y EEUU a finales del S XIX. "Los aspirantes a monopolistas solicitan regularmente, y obtienen muchas veces, la asistencia de los poderes del Estado para hacer efectivo su dominio". El peligro de dejar crecer monopolios es que acabarán creando una organización corporativa de la industria, en la cual se ha suprimido la competencia. Vivimos hoy algo mucho peor. Ni siquiera hay una organización corporativa de empresas, sino unos pocos financieros dirigiendo todas las empresas con valor estratégico en todos los paises a la vez. Un puñado de personas dirigen todas las industrias a nivel mundial por encima de los gobiernos de tales paises.

Hablaba Comte de la rebelión del individuo contra la especie como una "enfermedad perenne". Esta rebelión es la que ha impedido, momentáneamente, que nos devore el totalitarismo, aunque probablemente no por mucho tiempo. "En un país donde el único patrono es el Estado" las cosas cambiarán hacia "quien no obedezca no comerá", nos decía el propio Trotski.

El Estado Totalitario

"Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad". Benjamin Franklin.

Hayek nos habla de como reconocer un Estado Totalitario.

  • "Toda la propaganda sirve al mismo fin" y "todas las fuentes de información ordinaria están bajo un mando único"

  • "No habrá campo donde no se practique una intervención sistemática de la información y no se fuerce a una uniformidad de criterios"

  • "No se consiente la investigación desinteresada de la verdad, y no hay otro objetivo que la defensa de los criterios oficiales" desde las "fecundas fábricas de mitos oficiales".

  • "Las autoridades deciden que doctrinas deben enseñarse y publicarse".

  • "Todo acto de gobierno tiene que hacerse sagrado y quedar exento de toda crítica".

  • "No es difícil privar de independencia de pensamiento a la gran mayoría. Pero también hay que silenciar a la minoría que conservará una inclinación hacia la crítica".

Es nuestro presente, descrito hace 80 años. Doy por hecho que el lector que ha llegado hasta aquí es curioso e inteligente, y se le ha venido a la cabeza eso que usted y yo pensamos, y de lo que no podemos hablar mucho porque el Estado y sus algoritmos nos vigilan. Nos reimos por dentro usted y yo, y con eso es suficiente. El Estado totalitario, nos dice Hayek, tiene que hacer creer a la gente que todo es por su bien, e incluso que el individuo crea que son sus propias ideas.

Estado y Derecho

"Cuando llegue a ser dominada por un credo colectivista, la democracia se destruirá a sí misma inevitablemente". Friedrich Hayek.

Los liberales dan mayor importancia al derecho que al poder político. La independencia judicial es clave para los liberales. No encuentro de forma particularmente clara como pretenden garantizar dicha independencia judicial libre de presiones estructurales y para todo el mundo igual, ni como se afrontan los peligros existenciales que nos asolan de forma que no sea simplemente condenarlos post hoc. La aplicación jurídica igualitaria tiene perfume utópico, como cualquier cosa que pretenda lo igual, y el liberalismo no se libra de esta paradoja. La dinámica del poder, en mi visión el elemento central de todo, es empíricamente intolerante con el mundo de las ideas. Esto lo tenemos en nuestro Quijote. No es el locus de la supuesta soberanía del poder como nos enseñan en el instituto lo que puede impedir el abuso, sino la limitación del poder. Si pensamos en Žižek, en lugar de hablar de revolución, debemos hablar de lo que sucede el día después de tal revolución. Una minoría siempre manda sobre una mayoría, se llame como se llame y tenga la forma que tenga. A pesar de las discrepancias de distintos grupos, finalmente son las opiniones de alguien las prevalecen, dirigiendo la sociedad, convirtiéndose en "jerarquías que el aparato coercitivo del Estado impone al pueblo".

Nos habla Hayek de la ley positiva "dando al Estado poderes ilimitados, la norma más arbitraria puede legalizarse". Esto es exacto. Contrariamente, el Estado de Derecho es poner límites al abuso legislativo. Aquí haré algunos comentarios sobre la sociedad actual. La sociedad parece adorar la fantasía de que cualquier problema social puede solucionarse por el simple hecho de escribir alguna ley en un papel. Esta es una de las trampas más tóxicas de la política. Anunciar leyes biensonantes da millones de votos, aunque éstas no solucionen ningún problema en la realidad. Cualquiera que lea literatura científica sabe que de hecho se legisla frecuentemente contra la evidencia. Es más fácil anunciar leyes y reformas entre trompetas que resolver problemas. El político sabe que con lo primero basta, y se centrará en la demagogia. Hay pocas cosas más corrosivas que confundir derecho y ley.

Existe para Hayek un abuso moderno del término "privilegio". El privilegio ha existido cuando se reservaba la propiedad para, por ejemplo, los nobles. Pero cuando la propiedad existe para todo el mundo, y todo el mundo tiene la capacidad de participar en el proceso productivo bajo las mismas leyes, el uso del término "privilegio" es abusivo.

"Si deseamos que la mayor parte de las cosas buenas de este mundo vaya a manos de alguna élite, los métodos que habríamos de emplear son los mismos que asegurarían una distribución igualitaria". Friedrich Hayek.

Para concluir

La crítica más clara de Hayek es el hecho de proponer un marco epistémico utilitarista en un sentido ante todo economicista, una cosmovisión que es en gran medida reduccionista. Adicionalmente Hayek presenta una visión evolucionista de la regulación de la moralidad en términos de grupos sociales más próximos y más extendidos. Los conflictos sociales pueden ser vistos como conflictos entre la moralidad más instintiva de los pequeños grupos, y la moralidad que podríamos denominar extendida, dirigida a personas que no conocemos. Sea como sea, el concepto de moralidad liberal es en general más utilitarista. Aunque la premisa principal comunista y socialista es materialista, y se centra precisamente en el bienestar material. Hayek simplemente dice que los estados planificados no son la mayor garantía de este bienestar material.

Los Estados evolucionan, en particular a partir del control demográfico (podríamos hablar del concepto de biopolítica de Foucault), y con el progreso de la técnica. Es evidente que el Estado va a ir en una dirección de control progresivo de la vida en sociedad, recogiendo estadísticas demográficas, y aplicando tecnicas de medición, vigilancia y control, especialmente a medida que se desarrollan tecnologías para poder controlar nuevos rincones que no eran visibles. Hay una evolución casi darwinista del Estado vigila y controla, y de la sofisticación con la que disfraza este aspecto. Ahí se forma la oligarquía, en la que el Estado utiliza a las industrias explotando sus tecnologías para su propio beneficio. Aunque Hayek no nos habla de esto y en su obra mira más atrás que adelante.

Citar como: Bordallo. A. Revisión de camino de servidumbre. Friedrich Hayek. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_revision-libro-camino-de-servidumbre-friedrich-hayek

Copyright© ICNS Instituto
CONTACTO
c/Madrid 18. Las Rozas de Madrid
        28231, Madrid.
  91 853 25 99 / 699 52 61 33
  699 52 61 33