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La personalidad predice el riesgo de trastornos del estado de ánimo y ansiedad

Los rasgos de personalidad están determinados genéticamente, epigenéticamente y ontogenéticamente (experiencias a lo largo de la vida), reflejando la estructura y función de sistemas neurológicos importantes para la supervivencia, manifestándose en fenotipos conductuales con mayor o menor sensibilidad al placer, a la ansiedad, al control de impulsos, etc. El modelo Big Five, que evalúa cinco rasgos principales de personalidad (extraversión, neuroticismo, amabilidad, responsabilidad y apertura), es ampliamente utilizado para estudiar estas características, vinculándolas con mecanismos de adaptación y supervivencia.

Un estudio reciente (Zhen Yang et al., 2024) ha investigado la relación entre rasgos de personalidad y la depresión y la ansiedad a lo largo de la vida. Para ello, se reclutó a 1494 participantes, diagnosticados con depresión y/o ansiedad de entre 6 y 85 años de edad. Los participantes fueron categorizados según diagnósticos y se llevaron a cabo análisis tanto con enfoques categóricos como dimensionales. También se evaluaron rasgos de personalidad a través del inventario de cinco factores (NEO-FFI) y medidas de depresión y ansiedad mediante diversas escalas validadas según la edad. Asimismo, se realizaron evaluaciones adicionales de comportamiento, tareas cognitivas y medidas antropométricas y fisiológicas.

Los resultados revelaron que los participantes con diagnósticos de depresión y ansiedad no diferían significativamente en sus perfiles generales de personalidad destacando un alto neuroticismo y puntuaciones más altas en introversión. Dimensionalmente, se encontró que la depresión está asociada con los rasgos de personalidad principalmente en la adolescencia, manifestando correlaciones positivas con el neuroticismo y negativas con la extraversión, la amabilidad y la responsabilidad. La ansiedad, tanto estado como rasgo, se asoció positivamente con el neuroticismo tanto en la adolescencia como en la edad adulta, sin embargo, se observó que la relación entre la ansiedad y la personalidad variaba con la edad.

En la edad adulta y en la vejez, la depresión parece estar más relacionada con acontecimientos de la vida y estresores biológicos como la inflamación. Se halló una asociación positiva entre la introversión y la ansiedad en la edad adulta, sin embargo, no se encontró relación entre la ansiedad y la apertura a la experiencia. En la vejez, la ansiedad rasgo correlacionó negativamente con la apertura a la experiencia. El modelo de aprendizaje automático predijo la depresión con una precisión del 70%, con el neuroticismo y la dimensión extraversión-introversión como los mayores contribuyentes. También se hallaron otras relaciones predictivas, como la variabilidad de la frecuencia cardiaca y el índice de masa corporal.

Adicionalmente, los análisis en los controles revelaron que la introversión se mantuvo estable a través de todas las edades, mientras que otros rasgos experimentaron cambios a lo largo de la vida, como un descenso casi lineal en el neuroticismo con el aumento de la edad y un incremento en la amabilidad. La apertura a nuevas experiencias disminuyó notoriamente hacia la mediana edad, un período caracterizado por el anhelo de estabilidad, aunque se incrementa alrededor de la jubilación, quizás una etapa propicia para explorar algunas experiencias antes de la vejez. El aumento en la responsabilidad desde la adolescencia hasta la adultez podría reflejar el desarrollo neurocognitivo y los cambios cerebrales durante este período crítico.

En resumen, los rasgos de personalidad esenciales, en especial el neuroticismo y la introversión, son factores de vulnerabilidad en el desarrollo de trastornos del ánimo y ansiedad a lo largo de la vida. Los cambios observados a lo largo de la vida indican que los rasgos de personalidad son factores que evolucionan en respuesta a la maduración neurológica, y experiencias, teniendo cierta plasticidad fenotípica.

Los trastornos del estado de ánimo y ansiedad (y en realidad muchos otros), están determinados en buena medida por los propios rasgos de las personas, y deben entenderse desde la personalidad (y procesos), no como "enfermedades" aparecidas de la nada. Ni el diagnóstico ni la terapia están bien orientados si no se comprenden en primer lugar de donde surgen realmente los "trastornos", que en nuestra experiencia, no son bien comprendidos.
Referencias:
Yang Z, Li A, Roske C, Alexander N, Gabbay V. Personality traits as predictors of depression across the lifespan. J Affect Disord. 2024 Mar 26;356:274-283. doi: 10.1016/j.jad.2024.03.073

* Las noticias publicadas sobre estudios no suponen un posicionamiento oficial de ICNS, ni una recomendación clínica.
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