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La pirámide nutricional: historia de una mentira

A finales de los años 70 el departamento de agricultura de Estados Unidos (USDA) encargó un comité científico para construir una pirámide alimentaria que sirviera como guía de alimentación de la población. La Dra Luise Light, de la Universidad de Nueva York, fue la elegida para su desarrollo. La pirámide se convirtió en el punto de referencia de la enseñanza universitaria de médicos y nutricionistas. La propia autora expuso de primera mano el desarrollo de los acontecimientos, que las más honrosas instituciones universitarias y científicas nunca han querido contar.

Tras revisar toda la epidemiología disponible, la Dra Luise Light remitió su propuesta a la USDA. Se trataba de una pirámide de alimentación razonable y saludable, formada en su base por verduras y hortalizas (5-9 servicios). Se incluían además frutos secos, huevos, pescado, legumbres y carne. La presencia de cereales estaba alejada de la base con una ración moderada de 2 o 3 servicios, y se hacía la advertencia explícita de que los cereales no debían ser refinados, sino que debían ser siempre integrales, y los azúcares debían limitarse a menos del 10% del total. Los lácteos serían recomendados igualmente en moderación (2 o 3 servicios). La grasa en cambio formaba el 30% del total calórico, recomendándose principalmente aceite de oliva, pudiendo usarse otros aceites vegetales siempre que fueran prensados en frío y no refinados. La pirámide de alimentación propuesta por Light estaba basada en estudios que mostraban una reducción en el riesgo cardiovascular, diabetes, obesidad, cáncer y otras enfermedades de alta prevalencia, conteniendo en su mayor parte alimentos frescos y nutritivos. Pero resulta que ni el gobierno subvencionaba cultivos de alimentos frescos y nutritivos, ni la industria alimentaria vende precisamente ese tipo de alimentos...

La pirámide propuesta fue remitida a la USDA, junto con un análisis económico del precio de la cesta de la compra y del impacto en el bolsillo de los ciudadanos, calculado para ser asumible. Pero había otros intereses por encima la salud de la población. El propio gobierno destinaba miles de millones a la subvención de los mismos productos agrarios que acaban en refinados de harina y aceite, materia prima fundamental con la que la industria alimentaria americana inundaba los estantes de los supermercados del mundo entero. Es decir, el propio gobierno tenía interés en la producción masiva de cereal para su exportación con la que controlaban el mercado global, y en proteger la expansión de sus corporaciones alimentarias en el mundo. Adicionalmente, querían disimular la fuerte subida del precio de los alimentos incentivando el consumo de alimentos baratos basados en harina para disminuir el precio de la cesta de la compra.

El resultado fue que la USDA rehizo la pirámide que había enviado Light. Los 2 o 3 servicios de cereales integrales fueron subidos a una recomendación de 6-11, eliminando adicionalmente la mención de que debían ser cereales integrales. Las grasas pasaron a ser algo a evitar, residual en la ingesta energética, bajo la advertencia “usar moderadamente”. Con la nueva pirámide, la base de toda alimentación saludable pasa a ser la harina refinada. En cambio, había que tener cuidado de "usar moderadamente" el aceite de oliva. Todo con el aval de "la ciencia". Los alimentos proteicos bajaron a 2-3 servicios, mientras que los lácteos pasaron a 3-4. Light advirtió que estas modificaciones conllevarían un aumento de enfermedades graves en la población. Según sus propias palabras, nadie necesitaba comer tanto pan blanco, cereales de desayuno o pasta, y estos alimentos vacíos desplazarían otros alimentos más nutritivos de la dieta.

El gobierno trataba de justificarse alegando que las frutas y verduras eran más caras que los alimentos basados en harinas refinadas. Este argumento era particularmente capcioso, debido a que los precios los controla precisamente el gobierno subvencionando los productos agrarios que le interesa producir. Pero es aún más deshonesto y malintencionado al no tener en cuenta los costes sanitarios de las enfermedades producidas. Las décadas de la pirámide nutricional coinciden con cifras exponenciales de diabetes y obesidad, las cuales se doblaban y triplicaban en todo el mundo, en paralelo a las ventas de insulina y fármacos para el colesterol. Se llenaban los supermercados de alimentos basura, más baratos, mientras se hablaba de las "decisiones libres" del consumidor.

La industria alimentaria estampaba una foto de la pirámide en cada producto de bollería y en cada bolsa de patatas fritas. Las asociaciones de pediatras estampaban sellos y avales en productos procesados infantiles a cambio de dinero de la industria. Las universidades impartían la pírámide en la facultad de medicina y nutrición, ocultando a los alumnos el origen de la misma. Médicos y nutricionistas no hacían ninguna pregunta. La medicina asistía a un incremento exponencial de prescripciones de nuevos productos farmacológicos destinados al "control glucémico", de consumo vitalicio, alto coste, pobre evidencia, y recetados bajo razonamientos falaces de variaciones de marcadores subrogados, y no de reducciones de complicaciones y mortalidad por todas las causas. La salud de millones de personas fue dañada de forma calculada, coincidiendo una vez más con el beneficio económico de "los expertos" que establecían las recomendaciones. Hablaría del grave problema existente respecto a la impunidad legal de las "autoridades científicas", de la problemática en torno al concepto de crimen, y de Foucault. Si le importara a alguien.

"Las guías dietéticas han sido descaradamente manipuladas para beneficiar las ventas de productos agrícolas". Luise Light.

Citar como: Bordallo. A. La pirámide nutricional: historia de una mentira. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/la-piramide-nutricional-historia-de-una-mentira

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