Cargando...

Sigmund Freud. Más allá del principio de placer.

Sigmund Freud (1856-1939) fue un médico neurólogo austriaco, padre del psicoanálisis, que publicó "Más allá del principio del placer" en 1920. Esta obra intenta establecer una metapsicología, es decir, un marco teórico para comprender la dinámica del flujo psíquico que dirige la conducta humana. Freud propuso que el curso de los procesos anímicos está regulado automáticamente por este flujo, que podríamos relacionar con el tono o excitación neural, y que opera bajo un principio general de economía del sistema nervioso, orientado hacia un estado de equilibrio determinado por el principio de placer y modulado por procesos oponentes que Freud razonaba bajo el término represión.

PLACER Y DISPLACER

Aunque la libido es fundamental en el pensamiento de Freud, sería inexacto pensar en un dominio del principio de placer sobre el curso de los procesos psíquicos de forma general. Si así fuera, la mayor parte de nuestra conducta y de nuestros procesos psíquicos se acompañarían de placer o conducirían a respuestas de placer, lo cual no es la experiencia general del ser humano. Esto implica que la vida psíquica y la conducta humana se regulan mediante otros procesos para mantener la dirección de los procesos anímicos que regulan el comportamiento. Esto implica que deben existir procesos psicológicos y fisiológicos opuestos a la dinámica del placer.

La autoafirmación del organismo frente al mundo exterior no puede estar basada en el placer, así, las dificultades del mundo exterior se expresan en el principio de realidad, fundamentalmente ocupado por el yo. Este principio de realidad produce un aplazamiento de la satisfacción. Es evidente que la evolución de los organismos fundada en la búsqueda de placer sin inhibición conduciría a problemas y sería incompatible con la propia vida, por lo que han debido evolucionar mecanismos que modulan la conducta según una evaluación basadas en las posibles consecuencias del mundo físico. Todo esto es "el sector más oscuro e impenetrable de la vida anímica". No es difícil pensar en procesos inhibitorios, ejecutivos, adaptaciones neurales y funcionales, etc, que han debido evolucionar adaptativamente, compatibles con la base conceptual que abre Freud. El placer y el displacer ponen en marcha la vida anímica. Para Freud, el displacer es una elevación de la excitación, y el placer una disminución de la excitación, aunque no en una proporcionalidad directa y simple. El placer tiene un estado de estabilidad y calma de fondo, relacionándolo con la necesidad de homeostasis biológica y la conservación energética. Así, aunque Freud admite que era necesaria una mayor investigación psicofisiológica, en general el principio del placer deriva del "principio de la constancia". Dicho curso tiene su origen en una tensión displaciente y emprende luego una dirección, tal que su último resultado coincide con una minoración de dicha tensión, y por tanto, con una producción de placer, o un ahorro de displacer. Todo esto es perfectamente compatible con aspectos empíricos bien establecidos en la psicologia conductista a nivel de refuerzo operante objetivados con tasas de respuesta, y en la mera observación clínica cotidiana cuando se realiza un análisis funcional de las conductas disfuncionales en diversos trastornos.

Una posibilidad de placer es sentido por el yo como displacer. Existe un displacer cuando hay una frustración de expectativas deseadas, "percepción del esfuerzo de instintos insatisfechos.", dice Freud. Esto es correcto. Una anticipación de placer produce una excitación a la que se busca poner fin produciendo una descarga. Es claro un "displacer de percepción", y acertadamente dice que es "percibido como peligro". El proceso mediante el cual el mecanismo de represión transforma una posibilidad de placer en una fuente de displacer aún no han sido bien comprendidos, dice Freud. A partir de estas evaluaciones, la actividad del aparato psíquico, es entonces dirigida bien por el principio de placer o bien por el principio de realidad que lo modifica impidiendo la consecución del placer. El principio de realidad, por tanto implicaría la activación de mecanismos represivos u oponentes de algún tipo. La regulación la ejercería principalmente el principio de realidad, sobre todo el en yo. Una parte serían procesos conscientes (procesamiento simbólico), pero también aspectos ejecutivos y procedimentales de regulación que no son necesariamente conscientes. Freud está nuevamente en lo correcto de forma general. Ahora lo llamamos función ejecutiva, y hablamos de la corteza prefrontal dorsolateral, etc. La actividad del placer debe compararse con otra señales internas y externas. Para Freud esto se produce en el yo, en buena parte a nivel consciente. Hoy sabemos que la cognición puede cambiar la valencia del arousal y del tono hedónico, y que pueden encajar dentro de los mecanismos de defensas del yo, si los entendemos dentro de un concepto de defensas psíquicas más amplio. También sabemos que hay procesos inconscientes en la evaluación de amenazas que Freud no pudo prever (LeDoux). Freud parece pensar en sistemas de lo consciente e inconsciente más separados que la realidad.

"Algunos instintos o parte de ellos demuestran ser incompatibles por sus fines o aspiraciones con los demás". Esto es correcto, el sistema nervioso procesa información en red y proveniente de distintos sistemas. Añade Freud."Pueden reunirse formando la unidad del yo". De nuevo correcto. La información que procesa nuestro sistema nervioso se realiza mediante evaluaciones de distintas partes del procesamiento de la información, y es integrada en un flujo unitario de consciencia, que integra el procesamiento desintegrado de los distintos sistemas. "Dichos instintos incompatibles son separados de esta unidad por el proceso de la represión". Aquí hay una parte generalmente correcta y otra incorrecta. El proceso de represión que menciona Freud tiene un paralelismo dentro de lo que hoy llamamos función ejecutiva. Aquí hay procesos inconscientes a nivel de procesamiento bottom-up (núcleos talámicos, selección estriatal, etc), inhibición ejecutiva, hasta una elaboración más consciente típicamente asociada a la CPFDL. Sin embargo, el proceso de represión no es solo inconsciente, y constaría de distintos procesos con distintos niveles de consciencia. El propio Freud matizó y amplió la noción de represión en textos posteriores, y matizó la represión como un mero proceso automático mediante el cual instintos incompatibles con el principio de realidad, o deseos inaceptables, son "apartados" de la entrada a la consciencia. Es evidente que experimentamos experiencias complejas y ambigüedad. Lo que Freud llamó represión es la manera que ha tenido la evolución de crear un selector que integre los distintos procesos de información según lo prioritario. Esto precede la consciencia filogenéticamente (hay que recordar que compartimos buena parte de nuestro sistema nervioso con los animales), y también hay evidencia experimental humana clara con toda clase de registros fisiológicos, neuroimagen funcional, etc.

Ante la percepción de amenazas se bloquea la experiencia de placer y se activan estados afectivos negativos. Amenazas son aquellas inmediatas para la supervivencia, como también aquellas más simbólicas y abstractas, muchas con un componente de pérdida evolutiva (pérdida de estatus en el grupo...), que son las relevantes para la clínica y se razonan bien desde un marco evolutivo, pudiéndose integrar perfectamente en un razonamiento psicodinámico. De hecho, es un razonamiento que más bien supone una buena comprensión de la clínica, y perfectamente compatible con la evidencia empírica a nivel de procesamiento afectivo, con la neurociencia de Panksepp, LeDoux, etc. Freud comprende bien el refuerzo negativo, y que el sistema nervioso busca poner fin a ese estado de excitación que ahora conocemos como "wanting" separado de "liking" (Berridge).

El principio de placer es también el principal motivador del juego del niño, sin embargo, también pensó que los niños tienden a convertir en en juego los sucesos desagradables, transformando así el displacer en placer, y satisfaciendo los impulsos vengativos contra la pérdida al liberarlos de la represión. "Cuando el médico ha reconocido la garganta del niño le ha hecho sufrir alguna pequeña operación. Es seguro que este suceso aterrorizante se convertirá enseguida en el contenido de un juego.". El niño utilizaría a otros niños dentro del juego para vengarse del médico que le hizo daño. Aquí Freud elucubra de manera temeraria, intentando encajar la conducta del niño en su tesis del principio de placer, llegando al disparate.


NEUROSIS Y LIBIDO

Todo displacer neurótico es placer que no puede ser sentido como tal, dice Freud. Mientras que no es correcto decir "todo", sí es correcto que una parte sustancial de las neurosis (ansiedades, estados afectivos negativos, etc), son impulsos que por no ser compatibles con el principio de realidad, son reprimidos produciendo estados afectivos negativos al no alcanzar sus objetivos. Gran parte del malestar psicológico de la consulta cotidiana responde a esto, se exprese como se exprese a nivel de síntomas (apatías, tristezas, ansiedades, etc). El conflicto neurótico es resuelto por la formación de síntomas. La sintomatología así podría ser vista como el resultado del conflicto. La explicación de Freud es una genialidad. "De la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el exigido sufre el factor impulsor.". Así la fobia neurótica no es nada más que un intento de fuga ante una satisfacción instintiva.

Freud comprende en buena medida la diferencia entre miedo, ansiedad y angustia, en buena medida relacionadas con el objeto. El miedo se dirige hacia lo concreto. La angustia en cambio está más relacionada con la expectación de peligro y preparación para el mismo, menos dirigido hacia una anticipación concreta o hacia una memoria traumática, siendo más aprensiva que el miedo. Tras los accidentes se encuentran neurosis traumáticas, cuadros que se acercan de la histeria por su riqueza en análogos de síntomas motores. Sin embargo, hay un mayor padecimiento subjetivo que en la histeria, semejante a lo que es observable en el melancólico y en el hipocondríaco.

La neurosis traumática, que hoy sería lo que denominamos trastorno estrés postraumático evoluciona a partir de la teoría del shock, que simplemente consideraba un daño fisiológico de la estructura molecular de la neurona, es decir, un producto orgánico en una línea más biológica de trastorno como enfermedad en sentido histológico. Freud la considero más bien como una ruptura de la protección psíquica, un estímulo que sobrepasa la capacidad psicológica de la persona de reponerse. Esto es correcto. La investigación muestra que la probabilidad de desarrollar un trauma no es una mera proporcion directa de un acontecimiento, sino que los rasgos de personalidad y la elaboración cognitiva de la persona son un factor mediador que determinará en buena medida el impacto psíquico de un evento.

La infancia y la libido sexual son para Freud puntos de partida de las personas que tienden a la neurosis. Existe una cicatriz emocional infantil, en cuanto el niño no puede satisfacer todos sus impulsos eróticos (debe entenderse de forma amplia como obtención de placer), incluida la atención y cuidado exclusivo de sus padres. Hay una cicatriz narcisista cuando el niñó es consciente de que sus deseos son incompatibles con la realidad, con la pérdida de amor de sus padres que marca la evolución infantil. La satisfacción de la persona no es todo, la persona no es el centro del mundo ni del amor absoluto de sus padres, la persona es desgarrada del tierno vínculo que sucede a través del eros. Esto "constituye la mayor aportación al frecuente sentimiento de inferioridad de los neuróticos". Existe un desengaño a partir de una disminución del trato de ternura. El niño se va haciendo consciente de que la auto satisfacción nunca será total, y que contrariamente, se le exigirá.

Existe por tanto un conflicto inconsciente original que ocurre en la infancia y que supone una neurosis primitiva. Sin embargo, la persona no tiene acceso consciente al ser sucesos tempranos. La neurosis primitiva está profundamente enterrada en el inconsciente y es difícilmente accesible. Todo ello "entraña siempre un fragmento contenido de la vida sexual infantil", y una transferencia de impulsos hacia el terapeuta. Mientras que el razonamiento es más que interesante, con el concepto de la transferencia al terapeuta en la vida adulta y toda neurosis llevada a la infancia, el psicoanálisis lo llevó al exceso. El castigo descubrirá al niño el desprecio "todas estas dolorosas situaciones afectivas y todos estos sucesos indeseados son resucitados con gran habilidad y repetidos por los neuróticos en la transferencia". Aquí hay una parte de verdad aunque la explicación no es completamente cierta. Freud pudo haberse dado cuenta de que las personas neuróticas son más vulnerables a los sucesos con carga afectiva negativa, algo que sería correcto.


PULSIÓN DE VIDA Y PULSIÓN DE MUERTE

La psiconeurosis reposa en un conflicto entre el yo y los instintos sexuales. Es decir, entre lo que se desea y lo que el principio de realidad nos obliga a reprimir. Sin embargo, Freud quiso posteriormente ampliar la dualidad entre instintos de vida e instintos de muerte. El amor por un lado, y el odio o agresión por otro. Sospechamos que en el yo actúan instintos diferentes de los instintos libidinoso de conservación, mas no podemos aportar prueba alguna, dice Freud. Si realmente es un carácter general de los instintos, el crear reconstruir un estado anterior, la aspiración más general de todo lo animado sería la de retornar a la quietud del mundo inorgánico.

"Un instinto sería, pues, una tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras, una especie de elasticidad orgánica. O, si se quiere, la manifestación de la inercia en la vida orgánica". Esta es una definición filogenética de instinto en una línea evolutiva. El instinto es una prueba de" la obsesión orgánica de repetición". Es decir, el organismo está preparado para repetir conductas filogenéticamente exitosas a lo largo de su evolución. No obstante, la adaptación al medio exige renunciar a una parte de la repetición. De ahí el conflicto entre la tendencia a la conservación de lo filogenéticamente exitoso en forma de repetición e instintos, y la adaptación dirigida por el principio de placer y de realidad por otro. Esto debe suponer algún tipo de tensión sobre el sistema nervioso, en el ser humano sobre lo psíquico, como bien intuyó Freud.

Cuando Freud hablaba de sexualidad, se refiere a un conjunto amplio de deseos y energías libidinales que impulsan la vida y la búsqueda de placer. Freud probablemente pensaba aún de manera más amplia en el impulso mediante el cual se da todo el proceso vital contra la condición de reposo inorgánica. Es decir, no simplemente lo que ahora pensamos como erótico. "El instinto reprimido, no cesa nunca de aspirar a su total satisfacción, que consistiría en la repetición de un satisfactorio suceso primario". Bajo la complejidad de muchos procesos secundarios, hay un instinto de vida subyacente que tiende a satisfacciones filogenéticamente exitosas. Este instinto vital sería el más básico. El sistema nervioso busca alcanzar el equilibrio, por lo que existen fuerzas que deben oponerse a los impulsos de la libido. Freud especula aquí sobre un instinto de volver a lo inanimado, lo inorgánico, la situación de reposo de donde parte la vida. La evolución de la sustancias vitales consistieron en desviaciones cada vez mayores a partir de un primitivo curso vital. Esto supuso rodeos cada vez más complejos en dirección opuesta a la condición de reposo. Esto implica un instinto de conservación y quizá también un instinto de retorno, algo que Freud denominaría pulsión de muerte (Thanatos).

El camino hacia atrás, hacia la total satisfacción, es siempre desplazado por las resistencias que mantienen la represión, y de este modo, no queda otro remedio y no avanzar en la dirección evolutiva. Es posible que Freud aquí haga referencia a que lo psíquico podría entenderse directamente como la resistencia al retorno al reposo. Para el psicoanálisis, el yo en un principio no era más que una instancia represora y censora para elaborar dispositivos protectores y formaciones de reacción. En un principio el psicoanálisis pensó en la libido como una energía del instinto sexual, dirigida al objeto. Así, la libido puede dirigirse al yo verdadero y primitivo, depósito de la propia libido antes de dirigirse a un objeto externo. Cuando la libido permanece en el yo se la denomina narcisista. Dicho de otra manera, el narcisismo es la atracción de la libido al yo. Esto elimina una dualidad excluyente entre libido y yo, dado que los instintos sexuales pueden dirigirse hacia el yo. "El principio de placer parece hallarse al servicio de los instintos de muerte". En el sádico, la libido se une al instinto de muerte. El masoquismo es un retorno del sadismo al yo. Ello implica una regresión.

OBSESIÓN DE REPETICIÓN

Freud observó una tendencia existente en las personas a recrear emociones dolorosas, traumáticas o disfuncionales. El hecho de que las personas se hagan daño repetidamente con sus acciones, o recreen situaciones negativas en su mente o ambiente iba en contra del principio del placer. La existencia de impulsos que conducen a displacer o sufrimiento necesitaba una explicación que no podía hallarse en el placer en sentido positivo. Adicionalmente, Freud observó que a menudo los pacientes, en lugar de recordar conscientemente experiencias negativas, tendían a repetirlas en sus relaciones o fantasías. La obsesión o compulsión de repetición aquí actúa como un mecanismo que reproduce el trauma como una repetición compulsiva. Freud pensaba que esta repetición tenía una función como intento de reprocesarlo, o de dominarlo, y que partía de lo reprimido del inconsciente, material que no podía exteriorizarse.

Lo que comenta Freud bajo este concepto de obsesión de repetición es complejo. Hay una parte de cierto en ello, aunque también una parte es incorrecta. Es cierta la observación de que la disfuncionalidad en la infancia es reproducida con nuevos episodios de disfuncionalidad. Para Freud, el niño tiene instintos que deberían llegar a la satisfacción, pero que resultan en consecuencias negativas y displacer, encontrando a menudo una acción repetida por imposición obsesiva. Aunque no es completamente correcto, la sugerencia de que existen impulsos que han quedado desintegrados de las consecuencias hedónicas para los que están programados y que continuan actuando sin valor hedónico e incluso con valor afectivo negativo (podriamos pensar en adicciones), es de una gran lucidez. Sin embargo, la interpretación de una reproducción aprendida en la infancia como causa es claramente reduccionista. Los aspectos aprendidos ignoran los genéticos, y a su vez, esos factores aprendidos no pueden reducirse a lo vicario, ni mucho menos a nivel de ontogenia a la infancia. Irónicamente, muchos psicólogos hoy reproducen esta premisa errada, rechazada sistemáticamente en la literatura científica. No son psicoanalistas, sino psicólogos con diversas premisas de aprendizaje fundamentadas en aspectos vicarios, conductistas y de apego, que suelen fallar en entender que lo que se reproduce es en parte genético en primer lugar. De ahí que niños de padres con problemas de conducta "reproduzcan" problemas de conducta. La evidencia de esto en estudios de heredabilidad, estudios familiares, ambiente compartido, aleatorización mendeliana, GWAS, etc, es muy clara. El apego y todo problema de conducta comienza en los genes. Por ello la psicología de rasgos tiene la mayor replicabilidad en ciencias de la conducta, y las teorías en torno a un vicarismo reduccionista la menor. Todos estos psicólogos están formalmente fuera del psicoanálisis, pero reproducen constantemente los sesgos aprendidos en la profesión.

"La resistencia del yo consciente y preconsciente se halla al servicio del principio del placer, pues se trata de ahorrar el displacer que sería causado por la libertad de lo reprimido". Esto podría considerarse correctamente orientado. Distintas defensas psicológicas buscan poner fin a estados afectivos aversivos por refuerzo negativo. Los impulsos deben producir "disgustos al yo". Podríamos decir que esto es generalmente correcto, al igual que el placer orienta nuestra conducta positivamente, el displacer la orienta negativamente. Gran parte de la investigación conductista se ha orientado a ello. El principio de placer se mantiene en cuanto el displacer que experimenta el yo es opuesto mediante defensas. También sugiere el concepto de" ligadura", en relación al impulso que emerge siempre desde el inconsciente, y que busca una resolución efectiva además de una forma en la que expresarse. Esto es de gran profundidad. La integridad de la función psíquica, la metapsicología, estaría relacionada con la funcionalidad de este camino y su capacidad de integración, en palabras de Freud," ligar la situación", y finalmente dominarla en buena medida, según el principio de placer, y su análogo, la evitación de malestar.

Es común encontrar personas con memorias traumáticas fragmentadas. Lo que hoy denominamos estrés postraumático tendría un componente de repetición. Es parte de muchos procesos terapéuticos de psicoterapia el reelaborar esas memorias, reprocesarlas, y darles una salida funcional y adaptativa, pragmática, en forma de una narrativa autobiográfica integrada y consciente. "Todos los procesos excitantes que se desarrollan en los demás sistemas, dejan en este huellas duraderas como fundamento de la memoria, esto es, restos mímicos, que no tienen nada que ver con la conciencia". Ya habían existido investigaciones de Ebbinghaus, y recuperación de memorias. Sin embargo, Freud se dió cuenta de que el almacenamiento de memoria en el sistema consciente lo colapsaría e imposibilitaría el acceso al recuerdo por saturación de huellas mnésicas conscientes. Hay un proceso de" excitación", pero que no deja las huellas en el sistema de la consciencia propiamente. Freud admite las limitaciones de su época: "sé que todas estas afirmaciones parecerán harto oscuras; más, por ahora no sé, es imposible acompañarlas de explicación alguna". Hoy sabemos que la memoria es más bien una construcción a partir de huellas, y que lo declarativo está fuera de la conciencia hasta su acceso. Existen a su vez otras memorias no episódicas y no conscientes (procedimentales, afectivas, implícitas...)

PSICOANÁLISIS Y TRANSFERENCIA

Freud pensaba que a partir de la terapia y en los sueños, podía accederse a memorias traumáticas reprimidas. Por medio de la terapia, la neurosis primitiva se cambiaría por neurosis de transferencia entre el paciente y el analista. Esto implica que el paciente proyecta los conflictos inconscientes al terapeuta haciéndose conscientes, lo que permitiría que pudieran reelaborarse y regularse. Deducir una praxis a partir de la teoría es el aspecto más problemático y cuestionable del psicoanálisis. Este concepto de transferencia es claramente un exceso de Freud. En algunos casos la persona puede recrear patrones relacionales en su interacción dialéctica con el terapeuta, pero esto está muy lejos del fenómeno de la transferencia de Freud. "El estudio del sueño debe ser considerado como el camino más seguro para la investigación de los más profundos procesos anímicos". Continúa Freud "la vida onírica de la neurosis traumática muestra el carácter de reintegrar de continuo al enfermo, a la situación del accidente sufrido". Esta impresión clínica de la fijación es adecuada, y en años recientes, han emergido evidencias empíricas y abordaje terapéuticos, que tienden a haber procesos psicopatológicos fundamentalmente como trastornos de desintegración de memorias. Sin embargo, ni la interpretación de sueños freudiana, ni el psicoanálisis en sí mismo como praxis, son necesariamente la mejor aproximación terapéutica de muchos problemas. En mi visión personal, lo mejor que nos deja el psicoanálisis es una visión funcional, dinámica, de los procesos, que permite aumentar la comprensión transdiagnóstica, y puede ser usado para orientar el uso de distintas técnicas y terapias no necesariamente psicoanalíticas.

Freud es conocedor de aspectos psicofisiológicos. "La inundación del aparato anímico por grandes masas de excitación, habrá que emprender la labor de dominarlas". Freud utiliza la palabra "contracarga" cuando se alcanzan ciertos umbrales neurales de excitación, que quizás podríamos relacionarlo con lo que hoy denominamos procesos oponentes, neurofisiológicamente bien evidenciados. La resistencia procede de los mismos sistemas superiores que llevaron a cabo la represión. Éstas son para Freud inconscientes, y la labor psicoanalítica sería hacer las conscientes. Lo coherente y lo reprimido, aporta más claridad que hablar simplemente de lo inconsciente y lo consciente. "mucha parte del yo es seguramente inconsciente", dice Freud. Los distintos procesos que podríamos asociar con represiones, inhibiciones, sesgos y distorsiones involucran distintos mecanismos más repartidos en el sistema nervioso de lo que Freud parece sugerir. "La resistencia del analizado parte de su yo". Aunque Freud admite que no todo el yo es consciente, aquí habría implicados mecanismos bottom up que simplemente harían referencia a neuroadaptaciones dinámicas, y algunos mecanismos como potenciación sináptica, inhibición, sináptica, etc, que se autorregulan en el sistema nervioso con la simple funcionalidad o disfuncionalidad de las señales y las consecuencias. En lugar de lo expresado a nivel puramente descriptivo se cambia hacia una sistemática dinámica. Esto es generalmente correcto, el conductismo busca las causas de la conducta disfuncional en el refuerzo operante, en condicionamientos, asociativos, fisiológicamente bien caracterizados y que no necesitan mediación simbólica. Lo que Skinner llamaba mentalismo y que manteniene a las personas en un realismo ingenuo sobre las causas de su conducta.

"Los fenómenos de la transferencia se hayan claramente al servicio de la resistencia por parte del yo que, obstinado en la represión y deseoso de no quebrantar el principio de placer, llama en su auxilio a la obsesión de repetición". Freud aquí describe como la transferencia puede ser usada para evitar entrar en los problemas. Sería un mecanismo de desplazamiento, algo correcto, aunque no tiene por que darse simplemente con una transferencia. Es fácilmente visible que la personas evitan a menudo afrontar sus problemas y desplazan los conflictos a otras partes. Continúa Freud "nuestra labor, será la de conseguir la admisión de tal displacer haciendo una llamada al principio de realidad". Es correcto que la mayoría de las personas presentan defensas psicológicas y no son conscientes de las mismas, ni de las características de sus procesos afectivos, ni de como se inician. Esto es labor psicoterápica usual. Con sus diferencias, la evolución de estos aspectos ha formado la base de la psicoterapia cognitiva actual a partir de Aaron Beck y Albert Ellis. Sin embargo, lo que Freud mete aquí como obsesión de repetición no parece enmarcarlo dentro de las neurosis.

COMENTARIOS FINALES

Ciertamente, el nivel de arousal, el sistema de recompensas, los sistemas afectivos, así como memorias de procedimientos, etc, dirigen nuestra conducta por debajo de todo el contenido declarativo, e implican flujos de actividad psíquica en distintos sistemas no declarativos que impulsan la conducta de forma dinámica, cercano a la metapsicología de Freud. A su vez, existen procesos inhibitorios, oponentes y autolimitantes (podríamos hablar de autorreceptores en la neurona, procesos como tolerancia, etc), que regulan la conducta de forma dinámica en el sentido oponente al principio de placer. Gran parte de la conducta humana, y de los trastornos de conducta, están asociados a procesos en estos sistemas y a los intentos oponentes de regulación, con distintos grados de automatismo, lo que supone distintos grados de consciencia.

En muchas facultades de psicología no se dice una palabra de Freud. Sin embargo, la visión dinámica no es tan lejana a lo que se hace en un abordaje de psicología conductual, cuando se evalúan los procesos afectivos negativos que funcionan como castigo, y que consecuentemente conducen a la evitación o al escape buscando ese equilibrio dinámico la las excitaciones de las que habla Freud. Así, un análisis funcional de la conducta es, en cierto sentido, un razonamiento psicodinámico que persigue entender el flujo psíquico que refuerza una conducta o que busca un escape reduciendo la tensión. Es honesto pensar en el yo freudiano como la entidad psíquica mediadora que trata de manejar todo ese flujo dinámico como puede. Por tanto, quien tenga cierta competencia clínica, puede ver que la visión metapsicológica de Freud es, a rasgos generales, más certera de lo que se ha querido hacer ver. Otra cosa son las particularidades de toda su obra, algunas mejor orientadas, y otras frontalmente erradas. Otra cuestión diferente es la traslación a la praxis clínica, es decir, el psicoanálisis clásico como abordaje terapéutico. Esto es más problemático y merece la debida crítica. No obstante, toda forma de proceso psicoterapéutico trata en parte de hacer consciente lo que no es consciente para la persona (condicionamientos, defensas, distorsiones, desencadenantes, evitaciones, refuerzos...).

Es posible que la apuesta excesiva de Freud hacia las fases infantiles y el intento de encontrar los procesos inconscientes en una simbología forzada hayan estereotipado la percepción de su inmensa obra, y ensombrecido su genialidad intelectual. También ha podido contribuir el uso de algunas de sus ideas sacadas de contexto por parte de algunos filósofos. Con todo, Freud ha sido injustamente criticado, y en mi visión, la inmensa mayoría de críticas a Freud son profundamente ignorantes. La mayoría de la gente que ha criticado a Freud en nombre de "la ciencia", sencillamente no sabe de lo que está hablando. Sin embargo, no es a Freud lo que uno no entiende, sino el funcionamiento del sistema nervioso y de la conducta humana.
CONTACTO
c/Madrid 18. Las Rozas de Madrid
        28231, Madrid.
  91 853 25 99 / 699 52 61 33
  699 52 61 33