Medicina
¿Omega-3 para el Alzheimer? Una revisión crítica de la evidencia.

La enfermedad de Alzheimer es un tipo de demencia causada por un proceso neurodegenerativo asociado a la edad. Entre sus factores de riesgo destacan la predisposición genética, el nivel socioeducativo, y una pobre salud metabólica (diabetes, hipertensión, etc). En su fisiopatología se ha descrito una alteración en la composición lipídica cerebral, con una reducción de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega-3, como el ácido docosahexaenoico (DHA) y el eicosapentaenoico (EPA), componentes esenciales de las membranas neuronales implicados en la regulación inflamatoria y la función sináptica. Por ello, distintas investigaciones han evaluado el efecto potencial del Omega 3 en las patologías neurodegenerativas, siendo algunos de los mecanismos propuestos la integración de DHA en membranas neuronales, modulación de la neuroinflamación y preservación sináptica.
Una revisión sistemática y metaanálisis (Calderon Martinez et al., 2024) ha evaluado la eficacia de la suplementación con Omega 3 en adultos con Alzheimer leve o moderad. Se analizaron 14 estudios, en su mayor parte ensayos clínicos, con más de 2500 participantes de Europa, Asia y América. Las intervenciones, con duraciones entre 3 y 36 meses, incluyeron suplementos orales de omega-3 en distintas formulaciones (DHA, EPA) o fórmulas multinutriente (Souvenaid). Los grupos control recibieron placebo, tratamiento estándar o alternativas terapéuticas. La función cognitiva se evaluó con diferentes herramientas validadas como la escala de calificación de demencia clínica (CDR), el examen del estado mental mínimo (MMSE) y escala de evaluación cognitiva de la enfermedad de Alzheimer (ADAS-cog) entre otras, así como mediante neuroimágen estructural (volumen ventricular).
Los resultados combinados de las distintas escalas y medidas de neuroimagen estructural muestran efectos contradictorios y concentrados en torno a efectos nulos, con intervalos de confianza que no permiten descartar efectos positivos ni negativos. Solo una de las escalas (CDR) muestra un efecto en la progresión del deterioro, aunque derivado únicamente de dos estudios, y sin respaldo en las demás medidas. MMSE, ADAS-Cog y ADCS-ADL, que evalúan aspectos más específicos a nivel cognitivo y funcional, no mostraron un efecto significativo.
Dado que esta revisión sistemática deja una imagen compleja, explicamos los hallazgos. Si el efecto de la intervención fuera clínicamente robusto, debería reflejarse de forma consistente en las diferentes escalas que evalúan los aspectos cognitivos y funcionales, lo que no se observa a partir de los estudios incluidos en el meta-análisis. Las medidas cognitivas estandarizadas MMSE y ADAS-Cog tienden a estar altamente correlacionadas, lo cual es esperable dados los dominios cognitivos que evalúan, pero también con CDR al menos de manera moderada, aumentando con la severidad clínica al incorporar medidas funcionales. Sin embargo, las medidas separadas del metanalisis no muestran la consistencia clínica global esperable en el conjunto de las mismas, por lo que el efecto discrepante de CDR respecto al resto de medidas es problemático y debe interpretarse con mucha cautela.
Mientras que la nutrición afecta claramente al sistema nervioso a nivel de trofismo y señales neuroquímicas, no siendo descartable que nutrientes como el Omega 3 puedan tener un impacto positivo, parece poco probable la existencia de un efecto clínicamente importante en el Alzheimer, dado el número relevante de comparaciones que no logran mostrar resultado. En la revisión no se incluyen las dosis exactas de omega-3 utilizadas en cada estudio ni se realiza análisis dosis–respuesta, aunque, si miramos los estudios, no parece apreciarse una relación evidente. No esperaríamos de todos modos que a nivel nutricional existiese un efecto umbral que actuara como un punto de corte en sentido farmacológico, sino efectos algo más marcados con mayores dosis en el mejor de los casos. Tampoco se muestran diferencias claras con fórmulas como Souvenaid que combinan Omega3 con diversos nutrientes como colina, selenio, vitaminas, etc. Otra posibilidad es que el efecto del Omega 3 pueda ser mayor con tiempos de aplicación a largo plazo, sin embargo, los estudios con duración mayor a un año siguen mostrando resultados inconsistentes. Cualitativamente, los beneficios parecen más probables en fases tempranas, aunque esta hipótesis se apoya en datos aún escasos. En cuanto a la seguridad, no se registraron diferencias relevantes en efectos adversos entre los grupos tratados y los controles.
En conclusión, esta revisión no muestra un resultado consistente ni significativo en las distintas dimensiones evaluadas (cognición, funcionalidad, estructura cerebral). Aunque se observó un efecto modesto en la ralentización del deterioro global en una de las escalas, la falta de coherencia entre escalas cuestiona su relevancia clínica, y la divergencia entre resultados no es congruente con un efecto clínicamente robusto. Aunque en general consideramos poco probable la existencia de un efecto clínicamente importante en Alzheimer, su utilidad en ciertos subgrupos no puede descartarse. Futuros estudios deben evaluar efectos a largo plazo y comparar diferentes formulaciones (no solo EPA/DHA, sino también las formas en fosfolípidos, triglicéridos, etc). Adicionalmente, otros estudios sugieren un posible beneficio del Omega 3 en otras poblaciones y condiciones neurodegenerativas, como el deterioro cognitivo leve y la prevención de declive cognitivo asociado a la edad, etc.
Una revisión sistemática y metaanálisis (Calderon Martinez et al., 2024) ha evaluado la eficacia de la suplementación con Omega 3 en adultos con Alzheimer leve o moderad. Se analizaron 14 estudios, en su mayor parte ensayos clínicos, con más de 2500 participantes de Europa, Asia y América. Las intervenciones, con duraciones entre 3 y 36 meses, incluyeron suplementos orales de omega-3 en distintas formulaciones (DHA, EPA) o fórmulas multinutriente (Souvenaid). Los grupos control recibieron placebo, tratamiento estándar o alternativas terapéuticas. La función cognitiva se evaluó con diferentes herramientas validadas como la escala de calificación de demencia clínica (CDR), el examen del estado mental mínimo (MMSE) y escala de evaluación cognitiva de la enfermedad de Alzheimer (ADAS-cog) entre otras, así como mediante neuroimágen estructural (volumen ventricular).
Los resultados combinados de las distintas escalas y medidas de neuroimagen estructural muestran efectos contradictorios y concentrados en torno a efectos nulos, con intervalos de confianza que no permiten descartar efectos positivos ni negativos. Solo una de las escalas (CDR) muestra un efecto en la progresión del deterioro, aunque derivado únicamente de dos estudios, y sin respaldo en las demás medidas. MMSE, ADAS-Cog y ADCS-ADL, que evalúan aspectos más específicos a nivel cognitivo y funcional, no mostraron un efecto significativo.
Dado que esta revisión sistemática deja una imagen compleja, explicamos los hallazgos. Si el efecto de la intervención fuera clínicamente robusto, debería reflejarse de forma consistente en las diferentes escalas que evalúan los aspectos cognitivos y funcionales, lo que no se observa a partir de los estudios incluidos en el meta-análisis. Las medidas cognitivas estandarizadas MMSE y ADAS-Cog tienden a estar altamente correlacionadas, lo cual es esperable dados los dominios cognitivos que evalúan, pero también con CDR al menos de manera moderada, aumentando con la severidad clínica al incorporar medidas funcionales. Sin embargo, las medidas separadas del metanalisis no muestran la consistencia clínica global esperable en el conjunto de las mismas, por lo que el efecto discrepante de CDR respecto al resto de medidas es problemático y debe interpretarse con mucha cautela.
Mientras que la nutrición afecta claramente al sistema nervioso a nivel de trofismo y señales neuroquímicas, no siendo descartable que nutrientes como el Omega 3 puedan tener un impacto positivo, parece poco probable la existencia de un efecto clínicamente importante en el Alzheimer, dado el número relevante de comparaciones que no logran mostrar resultado. En la revisión no se incluyen las dosis exactas de omega-3 utilizadas en cada estudio ni se realiza análisis dosis–respuesta, aunque, si miramos los estudios, no parece apreciarse una relación evidente. No esperaríamos de todos modos que a nivel nutricional existiese un efecto umbral que actuara como un punto de corte en sentido farmacológico, sino efectos algo más marcados con mayores dosis en el mejor de los casos. Tampoco se muestran diferencias claras con fórmulas como Souvenaid que combinan Omega3 con diversos nutrientes como colina, selenio, vitaminas, etc. Otra posibilidad es que el efecto del Omega 3 pueda ser mayor con tiempos de aplicación a largo plazo, sin embargo, los estudios con duración mayor a un año siguen mostrando resultados inconsistentes. Cualitativamente, los beneficios parecen más probables en fases tempranas, aunque esta hipótesis se apoya en datos aún escasos. En cuanto a la seguridad, no se registraron diferencias relevantes en efectos adversos entre los grupos tratados y los controles.
En conclusión, esta revisión no muestra un resultado consistente ni significativo en las distintas dimensiones evaluadas (cognición, funcionalidad, estructura cerebral). Aunque se observó un efecto modesto en la ralentización del deterioro global en una de las escalas, la falta de coherencia entre escalas cuestiona su relevancia clínica, y la divergencia entre resultados no es congruente con un efecto clínicamente robusto. Aunque en general consideramos poco probable la existencia de un efecto clínicamente importante en Alzheimer, su utilidad en ciertos subgrupos no puede descartarse. Futuros estudios deben evaluar efectos a largo plazo y comparar diferentes formulaciones (no solo EPA/DHA, sino también las formas en fosfolípidos, triglicéridos, etc). Adicionalmente, otros estudios sugieren un posible beneficio del Omega 3 en otras poblaciones y condiciones neurodegenerativas, como el deterioro cognitivo leve y la prevención de declive cognitivo asociado a la edad, etc.
Referencias:
Calderon Martinez, E et al, 2024. The effects of omega-3, DHA, EPA, Souvenaid® in Alzheimer's disease: A systematic review and meta-analysis. Neuropsychopharmacology Reports, 44(3), 545–556. https://doi.org/10.1002/npr2.12455
* Las noticias publicadas sobre estudios no suponen un posicionamiento oficial de ICNS, ni una recomendación clínica.