Nutrición
Una dieta reducida en almidón y sacarosa mejora el síndrome del intestino irritable vs dieta baja en FODMAP.
El síndrome del intestino irritable (SII) es un trastorno funcional caracterizado por dolor abdominal, distensión y alteraciones en los hábitos intestinales, a menudo exacerbados por ciertos alimentos. Aunque la dieta baja en FODMAP es útil para mejorar síntomas en algunas personas, un porcentaje significativo no logran un alivio completo de los síntomas. Adicionalmente, al ser una dieta restrictiva, su uso es limitado en el tiempo. La dieta reducida en almidón y sacarosa disminuye la fermentación bacteriana y la carga osmótica intestinal al restringir el consumo de azúcares y almidones. Por ello, esta dieta puede ser terapéutica en el síndrome de intestino irritable mientras permite el consumo de alimentos como lácteos naturales, frutas, y vegetales, lo que facilita su implementación y adherencia.
Un ensayo clínico abierto y de no inferioridad realizado en Suecia (Roth et al., 2024) ha comparado la eficacia de la dieta reducida en almidón y sacarosa con la dieta baja en FODMAP. Para ello, se reclutaron 155 adultos con síndrome de intestino irritable de moderado a grave. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a seguir durante 4 semanas una dieta reducida en almidón y sacarosa (permitiendo carnes, pescados, vegetales específicos y lácteos naturales) o una dieta FODMAP (con restricciones a fructanos, galactooligosacáridos, lactosa, fructosa y polioles, incluyendo una reintroducción gradual tras las 4 semanas iniciales). Se evaluaron síntomas gastrointestinales y extraintestinales, así como calidad de vida, utilizando herramientas validadas como IBS-SSS y VAS-IBS en distintos momentos, incluyendo un seguimiento a 6 meses.
Los resultados mostraron que ambas dietas lograron mejorías rápidas y significativas de los síntomas del intestino irritable. La mayor parte de los pacientes de ambos grupos alcanzaron una reducción mayor a 50 puntos en la escala IBS-SSS a las dos semanas, la cual se mantuvo a las cuatro semanas, sin diferencias significativas entre las dietas. Asimismo, se observó una disminución de síntomas extraintestinales, lo que se tradujo en una mejor calidad de vida. Sin embargo, las tasas de respuesta disminuyeron con el tiempo, destacando la necesidad de mantener los cambios dietéticos para mantener los efectos de forma prolongada en el tiempo. Los pacientes que probaron ambas dietas prefirieron la dieta reducida en almidón y sacarosa debido a su facilidad de implementación, mostrando además mejor adherencia a largo plazo. No obstante, en los subgrupos analizados, los pacientes con predominio de estreñimiento experimentaron una mejoría menor con la dieta reducida en almidón y sacarosa respecto a la dieta baja en FODMAP en este estudio, lo que podría indicar una superioridad de la dieta baja en FODMAP en este grupo.
En conclusión, este ensayo clínico indica que la dieta reducida en almidón y sacarosa puede ser tan eficaz como la dieta baja en FODMAP en el manejo del síndrome de intestino irritable, mejorando síntomas y calidad de vida. El mecanismo de acción de ambas dietas parece estar relacionado con la reducción de carbohidratos fermentables, lo que apoya la hipótesis de que una sobrecarga de carbohidratos actúa como un desencadenante principal de los síntomas. Variantes genéticas en enzimas como sacarasa-isomaltasa y amilasas podrían agravar los síntomas en algunos pacientes al alterar el metabolismo de ciertos carbohidratos. Este factor genético, junto con dietas modernas ricas en carbohidratos procesados, podría explicar en parte la alta prevalencia del SII. Entre las limitaciones del estudio se encuentra el diseño abierto, una elevada tasa de abandono a los seis meses, además de una variabilidad en la implementación de las dietas, lo que afecta la generalización de los resultados. Futuras investigaciones deberían incluir análisis genéticos y del microbioma para analizar variables mediadores en la respuesta. En definitiva, la dieta reducida en almidón y sacarosa representa una alternativa prometedora a la dieta FODMAP en el manejo del síndrome de intestino irritable, con la ventaja de una mayor facilidad de implementación, adherencia potencial, y sostenibilidad.
Un ensayo clínico abierto y de no inferioridad realizado en Suecia (Roth et al., 2024) ha comparado la eficacia de la dieta reducida en almidón y sacarosa con la dieta baja en FODMAP. Para ello, se reclutaron 155 adultos con síndrome de intestino irritable de moderado a grave. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a seguir durante 4 semanas una dieta reducida en almidón y sacarosa (permitiendo carnes, pescados, vegetales específicos y lácteos naturales) o una dieta FODMAP (con restricciones a fructanos, galactooligosacáridos, lactosa, fructosa y polioles, incluyendo una reintroducción gradual tras las 4 semanas iniciales). Se evaluaron síntomas gastrointestinales y extraintestinales, así como calidad de vida, utilizando herramientas validadas como IBS-SSS y VAS-IBS en distintos momentos, incluyendo un seguimiento a 6 meses.
Los resultados mostraron que ambas dietas lograron mejorías rápidas y significativas de los síntomas del intestino irritable. La mayor parte de los pacientes de ambos grupos alcanzaron una reducción mayor a 50 puntos en la escala IBS-SSS a las dos semanas, la cual se mantuvo a las cuatro semanas, sin diferencias significativas entre las dietas. Asimismo, se observó una disminución de síntomas extraintestinales, lo que se tradujo en una mejor calidad de vida. Sin embargo, las tasas de respuesta disminuyeron con el tiempo, destacando la necesidad de mantener los cambios dietéticos para mantener los efectos de forma prolongada en el tiempo. Los pacientes que probaron ambas dietas prefirieron la dieta reducida en almidón y sacarosa debido a su facilidad de implementación, mostrando además mejor adherencia a largo plazo. No obstante, en los subgrupos analizados, los pacientes con predominio de estreñimiento experimentaron una mejoría menor con la dieta reducida en almidón y sacarosa respecto a la dieta baja en FODMAP en este estudio, lo que podría indicar una superioridad de la dieta baja en FODMAP en este grupo.
En conclusión, este ensayo clínico indica que la dieta reducida en almidón y sacarosa puede ser tan eficaz como la dieta baja en FODMAP en el manejo del síndrome de intestino irritable, mejorando síntomas y calidad de vida. El mecanismo de acción de ambas dietas parece estar relacionado con la reducción de carbohidratos fermentables, lo que apoya la hipótesis de que una sobrecarga de carbohidratos actúa como un desencadenante principal de los síntomas. Variantes genéticas en enzimas como sacarasa-isomaltasa y amilasas podrían agravar los síntomas en algunos pacientes al alterar el metabolismo de ciertos carbohidratos. Este factor genético, junto con dietas modernas ricas en carbohidratos procesados, podría explicar en parte la alta prevalencia del SII. Entre las limitaciones del estudio se encuentra el diseño abierto, una elevada tasa de abandono a los seis meses, además de una variabilidad en la implementación de las dietas, lo que afecta la generalización de los resultados. Futuras investigaciones deberían incluir análisis genéticos y del microbioma para analizar variables mediadores en la respuesta. En definitiva, la dieta reducida en almidón y sacarosa representa una alternativa prometedora a la dieta FODMAP en el manejo del síndrome de intestino irritable, con la ventaja de una mayor facilidad de implementación, adherencia potencial, y sostenibilidad.
Roth, B et al, 2024. A starch- and sucrose-reduced diet has similar efficiency as low FODMAP in IBS—A randomized non-inferiority study. Nutrients, 16(3039). https://doi.org/10.3390/nu16173039
* Las noticias publicadas sobre estudios no suponen un posicionamiento oficial de ICNS, ni una recomendación clínica.