Medicina
La baja exposición a la luz diurna y la alta exposición de luz nocturna predicen mayor riesgo de mortalidad

Los seres vivos han evolucionado para sincronizarse con los ciclos naturales de luz y oscuridad, los cuales regulan la actividad neuroendocrina y metabólica, la expresión génica, y la actividad celular. La luz natural durante el día y la oscuridad durante la noche regulan los ritmos biológicos del organismo, mientras que la falta de exposición diurna a la luz, y la exposición a luz artificial nocturna, alteran esta sincronización entre los relojes biológicos centrales y periféricos, aumentando el riesgo de desarrollar distintas enfermedades metabólicas.
Un estudio prospectivo reciente realizado en el Reino Unido (Windred et al., 2024) analizó la exposición personal de luz y el riesgo de mortalidad. La investigación incluyó datos de casi 90.000 participantes del Biobanco del Reino Unido. Durante una semana, los voluntarios utilizaron dispositivos portátiles dotados de fotosensores que monitorizaron su exposición a la luz cada 30 minutos, registrando adicionalmente la intensidad de la misma. Se diferenció entre exposición diurna desde la mañana hasta las 20:30, y exposición nocturna desde la madrugada hasta las 06:00 de la mañana. Estos datos se vincularon con registros del Sistema Nacional de Salud, evaluando la mortalidad general, cardiometabólica y por otras causas. Además, se emplearon modelos computacionales para estimar parámetros circadianos como la amplitud y fase de los ritmos, ajustando el análisis por factores como edad, sexo, nivel socioeconómico, actividad física y hábitos de vida.
Tras un seguimiento de ocho años, los resultados mostraron una relación significativa entre los patrones de exposición a la luz y el riesgo de mortalidad. La exposición a la luz nocturna se asoció con un incremento significativo en el riesgo de mortalidad por todas las causas, aumentando a medida que se daba una mayor exposición a la misma. Este efecto fue particularmente marcado en las muertes por causas cardiometabólicas. Por el contrario, una mayor exposición a la luz durante el día demostró un efecto protector, reduciendo el riesgo de mortalidad general, nuevamente mostrándose un efecto más acentuado en la reducción de la mortalidad cardiometabólica.
El impacto negativo de la luz nocturna se asoció tanto con la duración de la exposición, como con la intensidad de la misma. Por otro lado, también los patrones de ritmos circadianos desincronizados o poco definidos se vincularon con un mayor riesgo de mortalidad, particularmente por causas cardiometabólicas. Los efectos observados se mantuvieron tras diversos ajustes por factores sociodemográficos y de estilo de vida. La duración y calidad del sueño moderaron algunas asociaciones de forma importante, no obstante, los resultados sugieren que la exposición lumínica tiene un impacto directo sobre la salud.
En conclusión, este estudio confirma que la exposición a la luz es un factor relevante que se asocia al riesgo de mortalidad, tanto a nivel del momento de exposición, como de duración, e intensidad de la misma. La falta de regularidad circadiana también muestra una relación con la mortalidad. La asociación es más fuerte a nivel de mortalidad relacionada con enfermedades cardiometabólicas. Los hallazgos subrayan la necesidad de ajustar los ritmos circadianos mediante patrones de exposición lumínica que favorezcan una sincronización biológica diurna y nocturna con un patrón regular. Intervenciones simples como maximizar la exposición a la luz natural durante el día y minimizarla durante la noche, pueden ser estrategias efectivas para mejorar la salud metabólica y reducir la incidencia de enfermedades en la población. La limitación más clara del estudio probablemente es la toma de datos limitada en el tiempo. No obstante, estudios previos han documentado la existencia de una estabilidad interindividual en los patrones de exposición de luz a lo largo del tiempo. Investigaciones adicionales son necesarias para confirmar estos hallazgos en diferentes poblaciones.
Un estudio prospectivo reciente realizado en el Reino Unido (Windred et al., 2024) analizó la exposición personal de luz y el riesgo de mortalidad. La investigación incluyó datos de casi 90.000 participantes del Biobanco del Reino Unido. Durante una semana, los voluntarios utilizaron dispositivos portátiles dotados de fotosensores que monitorizaron su exposición a la luz cada 30 minutos, registrando adicionalmente la intensidad de la misma. Se diferenció entre exposición diurna desde la mañana hasta las 20:30, y exposición nocturna desde la madrugada hasta las 06:00 de la mañana. Estos datos se vincularon con registros del Sistema Nacional de Salud, evaluando la mortalidad general, cardiometabólica y por otras causas. Además, se emplearon modelos computacionales para estimar parámetros circadianos como la amplitud y fase de los ritmos, ajustando el análisis por factores como edad, sexo, nivel socioeconómico, actividad física y hábitos de vida.
Tras un seguimiento de ocho años, los resultados mostraron una relación significativa entre los patrones de exposición a la luz y el riesgo de mortalidad. La exposición a la luz nocturna se asoció con un incremento significativo en el riesgo de mortalidad por todas las causas, aumentando a medida que se daba una mayor exposición a la misma. Este efecto fue particularmente marcado en las muertes por causas cardiometabólicas. Por el contrario, una mayor exposición a la luz durante el día demostró un efecto protector, reduciendo el riesgo de mortalidad general, nuevamente mostrándose un efecto más acentuado en la reducción de la mortalidad cardiometabólica.
El impacto negativo de la luz nocturna se asoció tanto con la duración de la exposición, como con la intensidad de la misma. Por otro lado, también los patrones de ritmos circadianos desincronizados o poco definidos se vincularon con un mayor riesgo de mortalidad, particularmente por causas cardiometabólicas. Los efectos observados se mantuvieron tras diversos ajustes por factores sociodemográficos y de estilo de vida. La duración y calidad del sueño moderaron algunas asociaciones de forma importante, no obstante, los resultados sugieren que la exposición lumínica tiene un impacto directo sobre la salud.
En conclusión, este estudio confirma que la exposición a la luz es un factor relevante que se asocia al riesgo de mortalidad, tanto a nivel del momento de exposición, como de duración, e intensidad de la misma. La falta de regularidad circadiana también muestra una relación con la mortalidad. La asociación es más fuerte a nivel de mortalidad relacionada con enfermedades cardiometabólicas. Los hallazgos subrayan la necesidad de ajustar los ritmos circadianos mediante patrones de exposición lumínica que favorezcan una sincronización biológica diurna y nocturna con un patrón regular. Intervenciones simples como maximizar la exposición a la luz natural durante el día y minimizarla durante la noche, pueden ser estrategias efectivas para mejorar la salud metabólica y reducir la incidencia de enfermedades en la población. La limitación más clara del estudio probablemente es la toma de datos limitada en el tiempo. No obstante, estudios previos han documentado la existencia de una estabilidad interindividual en los patrones de exposición de luz a lo largo del tiempo. Investigaciones adicionales son necesarias para confirmar estos hallazgos en diferentes poblaciones.
Windred, D. P et al, 2024. Brighter nights and darker days predict higher mortality risk: A prospective analysis of personal light exposure in >88,000 individuals. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), 121(43), e2405924121. https://doi.org/10.1073/pnas.2405924121
* Las noticias publicadas sobre estudios no suponen un posicionamiento oficial de ICNS, ni una recomendación clínica.