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Pierre Bourdieu. Poder, derecho y clases sociales.

Pierre Félix Bourdieu (1930-2002) fue un sociólogo francés, autor de distintos escritos recogidos en la obra "Poder, derecho y clases sociales". Esta obra analiza ideas básicas de Bourdieu. Su crítica al objetivismo reduccionista y al subjetivismo indeterminado lo llevó a proponer un estructuralismo constructivista que integra estructuras objetivas, materiales y de significado, con las prácticas sociales que las producen y reproducen. Además, Bourdieu analizó el derecho como una forma de violencia simbólica legitimada por el Estado. Igualmente, la ciencia no es mera objetividad de hechos, ni mero subjetivismo, estando también condicionada por las dinámicas de poder dentro del campo que producen las reglas de lo que puede ser dicho y medido.

EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN CIENTÍFICO

El avance de la razón científica no es un proceso puramente intelectual, sino que está condicionado por las estructuras sociales y dinámicas de poder del campo en el que se desarrolla. El campo científico es ante todo un espacio social, existiendo un sistema de relaciones objetivas entre posiciones sociales, caracterizado por una competencia específica cuyo objetivo es el monopolio de la autoridad científica. Así, la ciencia se estructura en distintas disciplinas que defienden mediante competencia y dominación sus propios espacios como agentes. Las prácticas científicas son simultáneamente políticas y científicas, compitiendo por el reconocimiento y validación social. La ciencia es necesariamente social, no una mera abstracción que se explica a sí misma. Mientras Kuhn se centra en los cambios internos a la comunidad científica (como los paradigmas), Bourdieu amplía el análisis al incluir las relaciones de poder, las instituciones y los condicionamientos sociales que influyen en la aceptación o el rechazo de un nuevo paradigma.

Existe una falsa antinomia entre subjetivismo y objetivismo, entre el teoreticismo vacío y el empirismo ciego. Citando a Kant "la teoría sin investigación empírica está vacía, y la investigación empírica sin teoría está ciega". La ciencia no es completamente objetiva, mera razón inmanente trascendental que se interpreta a sí misma sin que medie proceso ni observación alguna, ni es tampoco mero positivismo en el que se pretenda que los datos se interpreten a sí mismos, sin conceptos ni relaciones con otros conceptos y otras observaciones. La ciencia no es meramente subjetiva, ni el producto de un mero desarrollo de simple convención simbólica entre sujetos sociales.

Existen fuerzas en el campo social, configuradas por el capital social de los distintos agentes, que determinan los presupuestos, doxas, modelos teóricos, métodos, y prácticas que se aceptan como conocimiento válido. Así, la ciencia solo existe necesariamente en un campo social de fuerzas, competencia y relaciones de poder entre agentes. El dato positivo depende del marco conceptual que produce la recogida de datos, de la aplicación técnica de la misma y de su análisis. Adicionalmente, el dato positivo parte de los presupuestos y definiciones científicas que forman lo que se acepta en el sistema de reglas. Es decir, de la convención académica de un campo de producción concreto que construyen su sentido. El dato por tanto forma parte de un marco conceptual más amplio, de supuestos teóricos y de una interpretación narrativa del mismo que necesariamente necesita conceptos y relaciones con otros conceptos y otros datos. Esto implica un proceso de construcción social, se da en los espacios de los campos.

El método de recogida de datos y procedimientos de análisis que promueve la concepción dominante de la ciencia, produce una ceguera en la construcción del objeto de investigación. Muchas investigaciones con aparentes impecables metodologías comienzan con una petitio principii relacionada incluso con el concepto de campo. Todo documento, comenzando por las estadísticas oficiales, son "el producto objetivo de estrategias de presentación de sí". Estamos por tanto ante un trabajo de representación de lo que ellas producen a partir de preceptos, que buscan definir previamente los conceptos, produciendo un efecto de cierre, y con ello de recetas, técnicas y formalismo, a menudo más cerca de un ritual mágico que de una ciencia rigurosa. Bajo ese formalismo se evita a menudo la crítica de los conceptos y operaciones de la propia investigación. Pensemos en pretender objetivar un cuerpo celeste en sí mismo, sin su relación con los demás cuerpos y con el todo del sistema. Este es el error de los metodólogos del "objetivismo" cuando construyen el objeto teórico que dirige la construcción del objeto empírico y la praxis, a través de la cual este es atrapado.

Se ajustan los datos a las necesidades de construcción. "Existe una formidable brecha entre la obediencia estricta las reglas de la buena conducta científica tal como las define la doxa metodológica enseñada en las universidades, y las verdaderas virtudes científicas". El rigor real está por encima del rigor positivista, cuya aceptación depende a su vez de los presupuestos que se aceptan. En definitiva, la comunidad académica lo que hace fundamentalmente es ratificar las construcciones del sentido común y los presupuestos cotidianos, transformándolos en definiciones científicas, tanto más, cuanto más estrictamente se plieguen a las reglas más superficiales de la disciplina científica. La investigación que rompe con esta aparente neutralidad de las construcciones de sentido común académico es vista como una producción deliberada de datos destinada a una justificación arbitraria. Irónicamente, este es el principio mismo de toda construcción científica. También son problemáticas las definiciones operativas, que recortan en su objeto teórico, lo que no está recortado en la realidad. Todas estas pre construcciones raramente son cuestionadas.

La academia tiene una doble existencia, primero en la objetividad de su propia existencia como institución real, un cuerpo teórico conceptual, una metodología, etc. Pero también tiene una existencia subjetiva que forma parte de una categoría mental. Así se preserva un orden simbólico que busca prioritariamente mantener el consenso en el seno académico. Esta "communis doctorum opinio" es una ficción social que opera sobre el cuerpo de las adquisiciones colectivas, mediante una disciplina científica a partir de principios, métodos de análisis, etc. De un principio de división del mundo social que surge del deseo de darle a la sociedad una legitimidad científica separada de lo político. Con ello, se crean oligopolios científicos que producen una ficción de unanimidad. Los insultos están altamente eufemizados. Los asesinatos en el debate científico son simbólicos. Mi vision es "semi conspirativa", dice Bourdieu de sí mismo. Esto se ha recrudecido mucho desde los escritos de Bourdieu.


PODER SIMBÓLICO

La producción de poder simbólico produce orden gnoseologico y sentido. Este orden es poder ideológico, violencia simbólica. El simbolismo presenta un estado del campo en el que el poder es omnipresente, círculo cuyo centro está en todas partes sin ninguna; debe descubrirse donde no se deja ver.

La sociedad como objeto de Durkheim contrasta con la sociedad construida y percibida a nivel fenomenológico. Para Bourdieu esta es una falsa oposición los agentes son a su vez clasificados y clasificadores. El objeto de conocimiento está hecho por y para sujetos que conocen. Las estructuras estructurantes forman parte de sistemas simbólicos como arte, religión, lengua, mito o ciencia, siendo instrumentos de conocimiento y de construcción del mundo de los objetos. "Durkheim se inscribe explícitamente en la tradición Kantiana" y cree dar una respuesta positiva y empírica al problema del conocimiento. Con Durkheim las formas de clasificación dejan de ser formas universales trascendentales para convertirse en formas sociales arbitrarias relativas a un grupo particular, pero socialmente determinadas. Las categorías fundamentales del pensamiento como el tiempo, el espacio, la causalidad, etc, sin embargo para Durkheim no son trascendentales, sino que tienen un origen social. En este idealismo durkheimiano, la objetividad del sentido del mundo se define por el acuerdo de la subjetividades estructurantes, disposiciones internas, inconscientes y profundamente interiorizadas por los individuos, que guían su percepción, pensamiento y acción dentro de un contexto social. Por tanto, no es un idealismo kantiano inmanente trascendente, ni la reconstrucción pseudo hegeliana del mundo que conduce mediante avances sucesivos a una materialización final.

El poder simbólico es un poder de construcción de la realidad que establece un orden gnoseológico, de sentido inmediato del mundo. Las estructuras simbólicas parten desde la evolución neokantiana intentando aprehender la lógica específica de las formas simbólicas desde el propio proceso consciente, es decir, la actividad productiva de la conciencia, el modus operandi de la misma. Sin embargo, los sistemas simbólicos solo pueden ejercer un poder estructurado en tanto que ellos mismos son estructurados en primer lugar. Tenemos una concepción homogénea del tiempo del espacio de la causa del número que hace posible el acuerdo intersubjetivos. Las estructuras estructuradas son los medios de comunicación o el lenguaje, como en Saussure con la lengua. El sistema estructurado es tratado como condición de inteligibilidad de la palabra. El medio estructurado se debe construir, si quiere existir una relación constante en entre sonido y sentido. La relación constante entre sonido (significante) y sentido (significado) no es innata, sino que depende del sistema de reglas y convenciones sociales que sostienen el medio estructurado. Los símbolos son instrumentos de integración social, no solo de comunicación. Producen conocimiento como de consenso sobre el sentido, integrando la lógica a la vez que reproduce el orden social y moral. Hay por tanto un estructural funcionalismo en este simbolismo, que establece una función social más allá de la función de comunicación. El marxismo en cambio concibe los sistemas simbólicos sobre todo por sus funciones políticas a partir de la infraestructura, por encima de su función gnoseológica. Es decir, desde la utilidad instrumental que como significado en un sentido de estructura lógica. Sin embargo, la estructura simbólica produce conocimiento sobre el mundo. No es un mero signo empírico.

Contrariamente al mito, producto colectivo, las ideologías tienen otra finalidad, "se sirven de intereses particulares que tienden a presentarse como intereses universales". Desmoviliza las clases dominadas legitimando el orden establecido, generando una integración ficticia de la sociedad en su conjunto. Este efecto ideológico lo produce la cultura dominante, disimulando la función de división bajo la función de comunicación, dice Bourdieu. La cultura y el medio de comunicación que unen y dan sentido, son también cultura y comunicación que separa. Son instrumento de distinción, y legitimación de las distinciones.

El error del interaccionistmo simbólico por su parte es reducir la relaciones de fuerza a relaciones de comunicación (por ejemplo Habermas). Las relaciones de comunicación son siempre relaciones de poder, tanto material como simbólico (capital simbólico acumulado por los agentes o instituciones implicados en esa relaciones comunicantes). Existe una lucha de significado del mundo social conforme a los intereses de la posición ideológica dominante mediante el campo de las exposiciones sociales. En definitiva, los sistemas simbólicos cumplen una función política de legitimación de la dominación de violencia simbólica, y una función de domesticación de las sociedades. Los especialistas de la producción simbólica tienen el monopolio de la violencia simbólica, es decir, inculcar el conocimiento y la expresión. La ideología del discurso dominante es esta intersección entre las estructuras y clasificaciones mentales. Sistemas políticos bajo la apariencia de filosofía, derecho, ciencia, etc, que reproducen bajo formas irreconocibles la estructura del campo de las clases dominantes. La estructura mental permite obtener aquello que se obtiene por la fuerza física o económica.

La creencia es la estructura del campo donde se produce la lucha entre agentes que ejercen el poder y quienes lo reciben. Lo que está en juego es la legitimidad de las palabras, y la legitimización de quienes las pronuncian. Uno de los problemas que no ha logrado resolver ninguno de los sucedáneos de la lucha de clases es que el reparto económico no supone reparto alguno de las estructuras de producción simbólica y de la producción de legitimidad. Esto es lo que decide quien ejerce el poder, y quien lo recibe, aunque este último reciba de la sociedad todo el confort material que se quiera. Por tanto, la producción intelectual es altamente un trabajo de disimulación, ocultación de la violencia que encierra la estructura social. La violencia por tanto se ejerce mediante los instrumentos de producción simbólica, determinando las condiciones sociales de producción y circulación de las mismas.


FORMAS DE CAPITAL

El mundo no puede reducirse a una concatenación de equilibrios, instantáneos y mecánicos, en la que los hombres juegan el papel de meras partículas intercambiables con leyes definidas. "El mundo social es historia acumulada". Existe un reduccionismo al considerar capital un medio intercambio de mercancías orientado al la maximización del beneficio. El capital es trabajo acumulado bien en forma de materia bien en forma interiorizada. Por tanto, el capital es ante todo energía social, una fuerza inscrita sobre la objetividad de las cosas, que determina que no todo sea igualmente posible. Existe una estructura inmanente del mundo social que distribuye los diferentes tipos de capital mediante la totalidad de las fuerzas inherentes que determina el funcionamiento de la realidad social. Esto define las oportunidades de éxito de las prácticas. Ver el capital como mero medio de intercambio de mercancías implicaría que el resto de relaciones sociales son no económicas y por tanto desinteresadas. Así, la economía no abarca la totalidad del campo de la producción económica más allá de la abstracción de los fundamentos de su propio ámbito (beneficio, salario, etc), dejando fuera las formas del intercambio social. Existen bienes y servicios que solo pueden obtenerse mediante capital social.

Así, capital cultural es el conjunto de recursos culturales que un individuo posee y que pueden ser utilizados para obtener ventajas en el campo social. Estos recursos incluyen conocimientos, habilidades, educación y competencias que son valorados en una sociedad y que suelen transmitirse a través de la familia y el sistema educativo. Este concepto explica cómo las desigualdades sociales se reproducen, ya que las élites poseen mayor acceso y control sobre estos recursos. Capital social por su parte es el conjunto de recursos reales o potenciales que un individuo o grupo puede movilizar gracias a su red de relaciones sociales. Estas relaciones están estructuradas y mantenidas en base a la confianza, el reconocimiento mutuo y las obligaciones recíprocas. El capital social implica sobre todo la calidad y el poder de las conexiones dentro de esa red. Puede ir desde el parentesco, a la vecindad, etc.

Algunas visiones economicistas consideran que todo tipo de capital se puede reducir finalmente a capital económico, sin embargo, a veces se intercambia capital económico para conseguir capital simbólico o cultural que no siempre es transformado en capital económico. Puede haber ganancia económica, pero también de capital sociocultural, de signo, de estatus, etc. No es mero interaccionismo simbólico, el cual reduce la relaciones de intercambio a fenómenos de comunicación. La visión semiológica es de ascendencia estructuralista, pero debe entenderse como agentes en campos sociales con distintos tipos de capital, por tanto de poder. Este trabajo de interacción social e institucionalización es necesario para producir y reproducir formas sociales mediante conexiones útiles y duraderas que aseguren el acceso a beneficios simbólicos o materiales. El capital simbólico y social puede apoyarse bien sobre sentimientos subjetivos, o bien sobre garantías institucionalizadas. La reproducción del capital social requiere actos permanentes de intercambio dentro de la relación social, "el espacio de las diferencias objetivas en relación al capital económico o cultural encuentra una expresión en un espacio simbólico de distinciones visibles, de signos distintivos". Hay una relación de homología entre el espacio de los signos distintivos y el espacio de las posiciones.

CLASES SOCIALES

El concepto de clase choca con la imposibilidad de encontrar discontinuidades que generen categorías en mediciones empíricas como la renta y otras, que quieran utilizarse para tratar de objetivar una clase social. Las clases por tanto son artefactos teóricos que no corresponden a una sustentación empírica en el continuum económico o de la vida social. Sin embargo, puede afirmarse la existencia de un espacio de diferencias desde el mismo marco de realismo relacional o estructural que caracteriza la matemática o la física, las cuales no tienen un objeto empírico en su fundamento, sino estructuras y conjuntos de relaciones. La clase social no es un objeto empírico en sentido sustancialista o realista, sino más bien un espacio social, una externalidad. Esto es lo que produce las distancias sociales, las cuales están "inscritas en el cuerpo". El individuo es ante todo un sentido del lugar de otros. Las afinidades y el hábitus producen atracción o repulsión del espacio social y de las interacciones y procesos sociales de asociación, amistad, etc. Hay todo un despliegue simbólico y social que produce el espacio de la clase, además de material. Es el espacio social el que produce la distribución de poderes en la sociedad. Este sentido del lugar produce espacios de prácticas similares que permiten una taxonomía científica, predictiva y descriptiva de las mismas.

Por tanto, la clase es una construcción analítica y lógica fundada en la realidad, referida a normas y hábitus que un conjunto de ocupantes de la misma posición en un espacio. En contraste con la visión más típicamente materialista y economicista, la clase es una meta-relación del lugar respecto al sistema de producción.

Existe una consciencia de identidad e intereses compartidos en sentido marxista, que une a la vez que opone a las otras clases. Sin embargo, Marx comete la misma falacia teórica de la que acusó a Hegel al asumir clases que solo existen como tales sobre el papel como clases reales. Compartir una posición económica no implica grupos con identidades formadas que poseen autoconciencia como clase listos para movilizarse en busca de sus intereses comunes y actuar como sujetos históricos. Esto implicaría que la identidad responde a un efecto mecánico que haría inevitable imponerse en el tiempo. Contrariamente, requiere una toma de conciencia en primer lugar, una realización simbólica y de verdad objetiva. Sin embargo, existe el problema de la ilusión del teoricismo que otorga realidad a las abstracciones. No existe un movimiento simplemente mecánico y empírico. Aunque la clase teórica se ha sustentara bien sobre principios reales de prácticas subyacentes, no se impone por sí mismo como una mera inercia. El movimiento desde la clase teórica a la clase práctica tampoco se produce sin competir en la realidad con otros principios sociales, étnicos, raciales, comunales, locales, nacionales, y simplemente por la propia experiencia ordinaria de divisiones sociales y ocupacionales. Es necesario un trabajo político para imponer un principio de visión y división del mundo social, independientemente de lo mejor o peor fundado de lo teórico y de la realidad de la práctica social. Sin embargo, mientras más cercanía exista entre lo teórico y lo práctico, más efectivo es ese trabajo político y más fácil es hacer ver y creer, dado que está más cercano en cuanto potencialidad en la realidad misma, tanto operativa como percibida.

Existe una relativa indeterminación de la realidad que se ofrece a la percepción. El sentido del mundo no pertenece a un universal unidireccional. Esto es una ilusión teoricismo. "El epistemocentrismo teoricista lleva a olvidar que los criterios utilizados en la construcción del espacio objetivo y de las clasificaciones", dice Bourdieu "son también instrumentos, debería decir armas, y apuestas en la lucha, por la clasificación que determina la construcción o deconstrucción de las clasificaciones en uso". En la misma objetividad está inserta una pluralidad de visiones, procedentes de las divisiones. No puede existir un mismo esquema, y la teoría no puede agotar la totalidad de la realidad.


DERECHO Y PODER

Las estrategias de presentación del sí son centrales en las batallas colectivas, propiamente políticas. Poder es ante todo poder nombrar, lo cual es legitimado por el Estado, monopolio también de la violencia simbólica legítima. El poder se ejerce ante todo sobre las palabras que describen, en una batalla en el campo por construir una visión del mundo. El derecho es la forma por excelencia de la violencia simbólica legitima, cuyo monopolio pertenece al Estado. El derecho va más allá que ser un simple registro de costumbres, relaciones de fuerza o intereses. No es un mero movimiento de las costumbres hacia la regla, desde las prácticas colectivas a las codificaciones jurídicas. A la inversa, existe un formalismo que afirma la autonomía absoluta de la forma jurídica en relación al mundo social. El derecho puede verse así meramente como una construcción desde las formas y fórmulas jurídicas hacia las prácticas sociales. Una posición instrumentalista concibe el derecho como una herramienta al servicio de los dominantes. Es decir, el derecho es un producto directo de la relaciones de fuerza existentes, donde se expresan relaciones de poder determinaciones económicas, siendo un lenguaje del aparato, un instrumento de dominación. Desde una visión internalista, se plantea el derecho como un sistema cerrado y autónomo, racional, comprensible solo mediante su dinámica interna. Esto implicaría un cuerpo de doctrina y reglas independiente de presiones sociales. Para ello deben tomarse en cuenta el conjunto de las relaciones objetivas en el campo jurídico. Es en el interior de este universo de relaciones, donde se definen fines medios y efectos de la acción jurídica. El estructuralismo materialista marxista por su parte ha ignorado la estructura de los sistemas simbólicos, de forma un tanto paradójica, y en particular, la forma específica del discurso jurídico. Han omitido la cuestión de los fundamentos sociales en esa autonomía, las condiciones históricas que deben producirse para que pueda emerger, a favor de las luchas en el campo de poder. Los marxistas simplemente han establecido aquella metáfora arquitectónica de la infraestructura y la superestructura. El discurso de consenso no serían sino otras formas más groseras de la misma dominación.

Para Bourdieu, el derecho está doblemente determinado. Por una parte por el espacio social y la relaciones de fuerza específicas que le confieren su estructura y dirección, y por otra parte por la lógica interna de las obras jurídicas, las cuales delimitan en todo momento el espacio de lo posible, permitiendo el horizonte de posibilidad de lo propiamente jurídico. Esto se traducirá finalmente en una praxis prescriptiva mediante la fuerza última del Estado que monopoliza la violencia. Debe diferenciarse no obstante, la estructura simbólica, el derecho propiamente dicho, y las instituciones sociales, de las cuales son producto. Así existe un campo jurídico, que es un lugar de concurrencia por el monopolio al derecho de decidir el derecho.

Existe un trabajo continuo de racionalización. La tradición oral impide la elaboración científica, el derecho es inseparable de la escritura. Con la escritura aparece la posibilidad del comentario universalizador, el escrito favorece la autonomía del texto. Se necesita una actividad de abstracción que permita la universalización, una lógica aplicada a fines prácticos, lo que implica lo social, con ello lo ético. Existe una interpretación reglada de textos, y una descripción de prácticas, mediante un cuerpo sistemático de reglas, que implica una objetivación de la decisión judicial que lo separa del mero abuso de la autoridad política. El derecho requiere un trabajo largo de racionalización, no siendo una simple máscara ideológica del poder, sino que requiere la elaboración racional del cuerpo de reglas y procedimientos a partir del lenguaje, mediante una codificación impersonal, lo que se llama espíritu jurídico, que es su carácter universalizante, y que constituye el verdadero derecho de acceso al campo jurídico. No obstante, debe gestionar el conflicto real en un sistema social, no siendo por tanto un simple rigorismo racional. Se usa un método deductivo para producir la aplicación de la ley al caso particular, como deber ser, racionalizando el derecho positivo mediante un trabajo de control lógico que asegure la coherencia del corpus jurídico. El derecho es por tanto un instrumento de transformación de la relaciones sociales. El verdadero responsable de la aplicación del derecho no está en tal o cual magistrado singular, sino todo el conjunto de agentes a menudo en concurrencia del mismo modo el verdadero legislador no es el redactor de la ley, sino el conjunto de los agentes que determinados por los intereses y las sujeciones específicas asociadas a sus posiciones en campos diferentes jurídico, religioso, político, etc, entran en conflicto y conversación.

El juicio pretende ser una síntesis lógica entre síntesis antagónicas mediante la transformación de conflictos en intercambio arreglados de argumentos racionales entre sujetos iguales, independientemente de el grupo social, generando soluciones definidas según reglas formales y lógicamente coherentes con una doctrina independiente de los antagonismos inmediatos. Ante los litigantes se alza un poder trascendente, con una esencia más de mediación que de arbitraje. Pretende que los conflictos solo puedan ser regulados jurídicamente, renunciando la violencia física y simbólica, para entrar en el juego jurídico.

No obstante, existe en el derecho una lógica hermética inaccesible para los profanos, lo que asegura el dominio de la situación a quienes detentan la competencia jurídica. Por tanto, la competencia jurídica es un poder específico que permite controlar el acceso al campo jurídico.. el cuerpo del profesional se define por el monopolio de los instrumentos necesarios para la construcción jurídica, y también controlan la producción jurídica. La juridificación produce nuevas necesidades jurídicas., y una elevación del formalismo jurídico de los procedimientos. Esto contribuye al monopolio de la interpretación legítima.. la sanción finalmente implica una coacción física sobre la vida, la libertad, la propiedad, mediante el Estado que monopoliza la violencia legítima. El derecho consagra el orden establecido, que es un orden de Estado. Por ello, el derecho es una forma por excelencia de poder simbólico, denominación que crea las cosas nombradas, y por su propia virtud, produce efectos. El derecho hace el mundo social, pero a su vez también nace del mundo social.. nuestras categorías de pensamiento contribuyen a producir el mundo, pero en los límites de correspondencia con sus estructuras preexistentes. El derecho es un instrumento dócil, adaptable, flexible y polimorfo, que puede ser utilizado para racionalizar ex post facto decisiones en las que el mismo derecho no ha tenido ninguna participación. El texto jurídico es un objeto de luchas por apropiarse de la fuerza simbólica encerrada en un estado potencial. Por ello, es también el producto de una división del trabajo mediante la concurrencia de diferentes formas de competencia jurídica, tanto lo teórico como lo práctico.

Por tanto, el derecho es a la vez forma racional y forma empírica, herramienta de mediación de conflictos, y herramienta de producción y reproducción de formas de poder que emergen a su vez de las luchas de poder de los distintos agentes en el campo social.


COMENTARIOS FINALES

El conocimiento del mundo ha sido arrastrado por múltiples antinomias, como materialismo versus idealismo, economicismo versus culturalismo, mecanicismo versus finalismo, etc. Así, se crean sistemas mitológicos estructurantes a partir de oposiciones, organizando la percepción ordinaria del mundo social y político. La epistemología debe salir de estas falsas alternativas. Uno debe usar a Weber contra Weber, para ir más allá de Weber, y ser un marxista anti marxista. En un extremo la reflexividad absoluta produce un ensayismo filosófico en un combate continuo contra la misma posibilidad de una ciencia del hombre. Lo antropológico a veces es visto en una posición opuesta a lo sociológico, una posición más subjetivista, simbólica, fenomenológica, con herramientas como la etnometodología. Métodos cualitativos naturalistas, la observación como participante, el análisis del discurso, el autoanálisis, etc. En el otro extremo, una metodología científica que obedece sin pensar los reflejos de las técnicas aprendidas. Las posiciones objetivistas se representan por el funcionalismo, el evolucionismo, el ecologicismo, y el estructuralismo mecanicista, etc, las cuales buscan tratar los hechos sociales bajo el precepto durkheimiano de cosas. Los hechos como objetos de conocimiento, externos, son así simplemente mecanismos objetivos de estructuras latentes profundas y procesos que las producen y reproducen, y de las técnicas de investigación objetivista asociadas. Esto produce una visión tecnocrática, epistemocrática.

El campo científico es ante todo un espacio social. Así, la ciencia se estructura en distintas disciplinas que defienden mediante competencia y dominación sus propios espacios como agentes. El objetivo es el monopolio de la autoridad científica. Las prácticas científicas son simultáneamente políticas y científicas, por lo que la ciencia es necesariamente social, no una mera abstracción que se explica a sí misma. Explica muy bien la medicina. Los médicos han ido convirtiéndose progresivamente en meros farmacólogos, más preocupados por los preceptos y aplicación de un menú de fármacos, que por entender la salud pública y la salud clínica, de lo cual se han alejado completamente. Finalmente, se forma un circuito económico, institucional, y político tan fuerte, que se estructura una práctica espuria en el nombre de "la objetividad científica" que lo que hace es más bien producir simplemente el cierre del campo. La "censura cruzada" produce y reproduce razón constitutiva del campo. Las posiciones en el campo definen lo que es pensable y aquello que es impensable, revelan y a la vez encubren. Más aún, se revela por el hecho del encubrimiento, dice Bourdieu. Las posiciones en los campos forman las categorías del nosotros y de ellos, las evaluaciones de lo bueno y malo, etc. Por tanto lo que se negocia en la ciencia no es la objetividad del dato. Esto es muy ingenuo. En ciencia se negocian posiciones de poder y consensos para establecerse en el campo. Se da con ello una acción de poder. Por ello, es sencillo detectar incoherencias, dado que la práctica científica no responde simplemente a una lógica operativa, sino que el marco teórico y la praxis responden a relaciones políticas y de poder entre distintos agentes del campo.

Existe una producción de significación y un orden lógico de los hechos sociales que no se produce por el orden sensorial o el orden de las cosas, pero tampoco son mero simbolismo. Ante todo, dependen de como los agentes en el espacio social imponen instrumentos de conocimiento y representaciones. Los agentes, ocupaciones, grupos, y categorías opuestas de un campo, son productos históricos, de luchas históricas. Por tanto, deben ser investigados para evitar una naturalización mecanicista. Existe un proceso histórico inductivista de prácticas, pero también conlleva un proceso de categorización, estructuración simbólica, etc. Por ello, se fundan clanes parecidos a la sociedades arcaicas, orientadas hacia la acumulación de capital simbólico para conseguir credibilidad científica y suficiente poder para establecerse en el campo social. El capital relativo de las distintas especies de capital, sea económico, sea cultural, legal, científico, etc, es constantemente, puesto en cuestión y revalorado o devaluado en luchas entre los distintos agentes dirigidas a inflar o desinflar el valor de uno u otro tipo de capital. Las clasificaciones científicas no sean nunca totalmente coherentes, dado que no recogen simplemente una lógica operativa para el objeto, sino que son convenientes para lo social.

La antinomia más ruinosa de la ciencia social es la que divide objetividad bajo meras explicaciones deterministas y mecánicas de la vida social, y subjetividad, las intenciones y consciencia de los sujetos como explicación suficiente de la práctica. Debe comprenderse el origen histórico y social de la labor de construcción. No debe reducirse la historia a un proceso mecánico sin sujeto, ni tampoco a una simple subjetivación creadora. Ni física social, ni fenomenología social, sino un doble proceso de interiorización de la exterioridad y exteriorización de la interioridad. Podríamos decir un estructuralismo constructivista. Los agentes sociales no son meros autómatas de leyes mecánicas, ni tampoco se reducen a un simple cálculo racional abstracto y aséptico de otros procesos, o a vínculos subjetivos, ni meras comunicaciones simbólicas. Las relaciones existentes son objetivas de manera independiente a la consciencia subjetiva individual. Igualmente, hay una operativa de procesos y significados, independientemente de los individuos que las integran como actores o sujetos. Las estructuras mentales no son meros trascendentales, resultan de la integración de estructuras sociales, lo que obliga a un estudio de la génesis de las estructuras sociales, pero también del espacio social presente y sus grupos. Así se produce la integración de aspectos biológicos, ecológicos y su evolución histórica, material y simbólica.

La dominación es el efecto indirecto de la red de coacciones cruzadas que cada uno de los agentes dominantes ejerce, siendo a su vez dominado por parte de otros en la estructura de campo. La dinámica del campo tiende a producir y reproducir su juego. El habitus formado es la consecuencia de las estructuras constitutivas de un tipo particular de entorno, empíricamente, bajo la forma de regularidades asociadas a un entorno socialmente estructurado, y que integra aspectos organizativos a nivel de estructura cognitiva que refuerzan el proceso socializante. Esto produce la subjetividad socializada, la cual es subjetividad resultante de estructuras objetivas de sentido, sistemáticas, trascendentes a la subjetividad individual. Es en definitiva, la producción del sentido común de los integrantes de un sistema social.
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